miércoles, 30 de noviembre de 2016

OBAMA: Último Chance


Mírate al espejo y pregúntate que has hecho desde ese cargo que has detentado los últimos ocho años, el más poderoso del mundo. Se entiende que hayas encanecido rápidamente, porque la verdad es que has sido la gran decepción de los últimos tiempos. Siempre pensé que la “Obamamanía” que se desató con tu elección era una soberana estupidez, producto del colonialismo mental que afecta a intelectuales, académicos, comunicadores sociales y políticos de casi todo el mundo. Pero nunca llegué a pensar que en la Casa Blanca te iría tan mal. Tus reformas (la financiera, de la salud, la migratoria, para hablar de las principales) fueron una tras otra un fracaso. No sólo por culpa de los homínidos que pueblan el Congreso de Estados Unidos sino porque, como gobernante, careciste de las agallas para pelear por lo que creías era justo.
Tal vez estuvieras amenazado por la mafia derechosa de tu país, es posible; pero igual deberías haber librado combate, y no lo hiciste. Y en materia de política exterior, siendo un inmerecido Premio Nobel de la Paz no dejaste de librar guerras un solo día de tu mandato, y cada martes, rutinariamente, marcabas con un tilde el nombre de alguien que tus cobardes muchachos desde un refugio en Utah o Nevada, mataban con sus drones sobrevolando Paquistán, Afganistán o cualquier otro país del mundo en donde se ocultaron los que los imbéciles que te rodean e informan califican como “terroristas”. Asesinaban impunemente, con los consabidos “daños colaterales”, por supuesto. Tus generales de opereta, inútiles que -como decía Jorge Luis Borges- jamás habían sentido silbar una bala muy cerca de su cabeza, te metieron a fondo en cuanta guerra se librase en el planeta.
Te limitaste a deplorar que en los últimos tiempos policías racistas se ensañaran con tus hermanos de raza, cuando deberías haberles proporcionado un escarmiento ejemplar a esos canallas que siguen pensando que todos los afroamericanos y los hispanos son criminales, como luego lo diría, sin tantas vueltas, Donald Trump. Con la ayuda de Hillary Clinton diste vida al monstruoso Estado Islámico, causante de una crisis humanitaria de proporciones desconocidas desde los tiempos de la Segunda Guerra Mundial. Tu ex Secretaria de Estado se limitó a decir que “nos equivocamos al elegir a nuestros amigos”, cuando merecerían, tanto ella como tú, ser enviados a la Corte Penal Internacional por tan criminal elección de amistades políticas.
Destruiste Libia, mentiste por años al acusar a Irán de tener un programa nuclear destinado a producir armas de destrucción masiva cuando tu bien sabías que el único país que tiene ese tipo de armamento en la región es Israel, y que lo tiene porque tus predecesores se lo otorgaron y tú no hiciste nada para revertir esa situación. No sólo eso: toleraste que el fascista de Netanyahu fuera a hablar en contra de tu decisión de restablecer el diálogo con Irán nada menos que ante el Congreso de tu país, cuando podrías haber hecho que las autoridades migratorias impidieran el ingreso de ese energúmeno a Estados Unidos. No contento con destruir Libia e incendiar Siria, Irak y casi todo el Medio Oriente, para debilitar los apoyos de Irán en la región, no dudaste en orquestar un golpe de estado en Ucrania, elevando al rango de combatientes por la libertad a una execrable banda de neonazis a los cuales tus funcionarios del Departamento de Estado alimentaban con panecillos en frente a la casa de gobierno en Kiev.
Ni hablar de lo que has hecho en América Latina: amparaste los golpes de estado en Honduras (2009) y Paraguay (2012), e intentaste tumbar a Correa en el 2010. Hostigaste sin cesar a Venezuela con una guerra económica, diplomática y mediática muchísimo peor que la que el bandido de Richard Nixon (que por serlo tuvo que renunciar a su cargo) decretara en contra del Chile de Salvador Allende. Y fomentaste con tus lugartenientes locales una brutal ofensiva destituyente en contra de Cristina Fernández en la Argentina y el “golpe blando”, otra de tus aportaciones a la política contemporánea, en contra de Dilma Rousseff. Lejos de colaborar con la paz en Colombia has continuado apoyando al paramilitarismo de Álvaro Uribe, y apoyando a gobiernos que criminalizan la protesta social y matan a líderes como Berta Cáceres en Honduras. También, tienes el record en materia de deportación de hispanos (¡dos millones y medio nada menos!) y la masacre de los 43 jóvenes de Ayotzinapa no te ha movido un pelo.

No sigo porque el listado de tus tropelías y crímenes, aquí y en el resto del mundo, sería interminable. Tuviste un gesto de estadista al poner fin al horrible cautiverio sufrido, injustamente, por los cinco héroes cubanos. Pero pese a tu visita a Cuba y a la reanudación de las relaciones diplomáticas con ese país el bloqueo sigue su curso, con toda su ferocidad. Y no puedes culpar de ello a los desvergonzados millonarios que ocupan sus curules en la Cámara de Representantes y en el Senado de tu país. Tu bien sabes que mientras los millonarios constituyen el 1 por ciento de la población de Estados Unidos son el 52 por ciento en el Senado y el 44 por ciento en la Cámara de Representantes. Sabes que eso de la “democracia” norteamericana es una  burla sangrienta y que tanto los representantes como los senadores no toleran la existencia de una Cuba socialista a 100 millas de la Florida. Pero hay muchas cosas que tú podrías hacer si no para derogar las leyes del bloqueo al menos para atenuar algunas de sus más graves consecuencias. Y eso está en las atribuciones presidenciales, que no has ejercido sino por cuenta gotas y en asuntos marginales. Por eso, ya al final de tu mandato y antes de que pases a la historia, ¡y no entrando por la puerta grande precisamente!, podrías tener un gesto de grandeza y desmontar gran parte de la infame telaraña del bloqueo cubano, que ha sometido a este pueblo a más de medio siglo de privaciones y castigos por el sólo hecho de rechazar vivir de rodillas frente a tu país. Y jamás lograrás, ni tú ni tu sucesor, que tal cosa vaya a ocurrir. Porque si hay un pueblo digno y valiente en el mundo ese es el cubano.

De modo que, hazte un favor a ti mismo y acaba ya con todo lo que esté a tu alcance para poner fin a una política que ha dejado a tu país como un paria internacional, como un “estado canalla”, objeto de la repulsa universal en Naciones Unidas. Y, de paso, indultar al combatiente colombiano Simón Trinidad, sometido a condiciones absolutamente inhumanas de detención, y al patriota puertorriqueño Oscar López Rivera, prisionero político de tu país por luchar por las mismas causas por las que lucharon Washington, Jefferson y los padres fundadores de los Estados Unidos. Oscar es el preso político que Estados Unidos ha mantenido por más años tras las rejas, en condiciones inhumanas. Tu inacción frente al bloqueo y el ensañamiento contra estos prisioneros sólo ha servido para consolidar aún más el repudio al imperialismo en América Latina y el Caribe. Demuestra que aún tienes agallas y acaba ya con tanta infamia. Es tu última oportunidad. No la dejes pasar. Tus hijas, de las cuales estás tan orgulloso, te lo agradecerán.
 Por Atilio A. Boron

Entender la Revolución Cubana


Desde que la salud de Fidel es un secreto de Estado, son muchas las opiniones que se limitan a describir las miserias de la revolución cubana y más los deseos de que acabe quien la ha sojuzgado por casi cincuenta años. No encuentro análisis de la historia de la revolución con sus sueños, sus gentes, sus vaivenes internacionales, sus logros y fracasos. Hay quien confunde una revolución con una dictadura y la de Castro sería la de aquellas que no ha dejado a los cubanos sino los ideales mínimos de la supervivencia cotidiana o la fuga desesperada hacia las playas del infierno capitalista...pues adormecidos, sometidos y guiados por las mentiras oficiales no saben sino dejarse arrear y salir a vitorear a un tirano octogenario que los castra y anula (M. Vargas Llosa, El País, 13-Agosto-2006). Salta la vista que Fidel es un ´dictador atípico. Díganme si no qué hay de común entre Fidel y Stroessner, Fidel y Pinochet, Fidel y Trujillo, Fidel y Duvalier, Fidel y Somoza, o entre Fidel y las democracias de Salinas, Fujimori, Menem y otras del ·ámbito latinoamericano. Díganme cómo trató a uno y a otros la política del país más poderoso de la tierra.

Las opiniones de hoy son casi todas contra Fidel y atizan la idea interesada de la democratización de Cuba. Nadie narra lo realizado por la revolución, bueno o malo. Es un presupuesto indiscutible que la revolución cubana es toda ella una dictadura cruel, encarnada en Castro. Y contra esa dictadura vale todo, no hay concesiones, sino anatemas contundentes. Yo me alejo de las cantinelas de una y otra parte. No me interesan las sentencias totalitarias al estilo de Vargas Llosa. No hacen justicia a la realidad. El itinerario histórico de la revolución cubana es otro. ¿Qué han investigado ideólogos a lo Vargas Llosa sobre los bloqueos, chantajes, mentiras y sobre las luchas, sufrimientos y heroísmos de la popular revolución cubana? Porque la revolución cubana no es sólo Fidel, ni se ventila con acabar con Él. Hay todo un pueblo detrás y, para acabarla, hay que acabar con todo un pueblo. Me comportaría neciamente si me conformase con oír que el régimen de Fidel Castro es una dictadura o una democracia al estilo occidental.

Fidel Castro ha podido creer indispensable su perpetuación en el poder. Y tiene, seguramente, razones para ello. Porque nadie como Él ha conocido la voluntad de acabar con la revolución cubana. Antonio Gades dijo: “A Cuba no se le perdona el que haya hecho una revolución popular y haberse mantenido firme, sin claudicar, frente al país más poderoso de la tierra. Haga lo que haga, esta revolución recibió sentencia de muerte desde el principio: con Eisenhower, con Kennedy, con Johnson, con Nixon, con Carter, con los Bush, y con todos los demás presidentes norteamericanos, bajo el pretexto de ser aliada del comunismo internacional, de la URSS y de constituir una amenaza para la seguridad nacional, la democracia, los derechos y las libertades humanas.

En contra de todas las resoluciones de la ONU, Estados Unidos mantiene año tras año su bloqueo contra Cuba: más de 72.000 millones de dólares convertidos en acoso y distorsión de un pueblo, de su imagen, de su productividad, de su comercio y progreso. Pero esto viene de lejos: “Si tenemos necesidad de tomar América Central, lo mejor que podemos hacer es obrar como amos, ir a esa tierra como señores” (Brown). “El comercio mundial es y debe ser nuestro (Alberto J. Beverige). “Cuando en nuestras posesiones se cuestiona la quinta libertad (la libertad de saquear y explotar) los Estados Unidos suelen recurrir a la subversión, al terror, o a la agresión directa para restaurarla” (Noam Chomsky).

Históricamente aparece claro el destino que Estados Unidos reserva a Cuba: “Cuba sólo puede gravitar políticamente hacia la Unión Norteamericana” (Adams). La realidad es que Europa no ha mirado a Cuba con respeto y equidad antes de dictar medidas punitivas contra ella. En tiempo del gobierno de Aznar, “Estados Unidos vio cómo la Unión Europea se plegaba a las condiciones impuestas sobre la ley Helms-Burton (El País, 13 de Noviembre de 1996). El progreso y bienestar de un pueblo se miden a base de índices objetivos. Pueden verse los de Cuba en relación con otros países de América Latina: analfabetismo: 0,2 contra 11,7 %; escolarización en la Enseñanza Primaria: 100 por 100 contra 92 %; alumnos que alcanza quinto grado: 100 por 100 contra un 76 por %; mortalidad infantil por cada mil nacidos vivos: 6,2 % contra un 32 %; incidencia anual de SIDA por un millón de habitantes: 15,6 % contra 65,25; calidad de educación sobre una evaluación de 12 48 países en lenguaje y matemática: 25 % contra 60,80 %; industria farmacéutica: “Cuba posee una industria farmacéutica de las más avanzadas de América Latina y marcha a la vanguardia en cuanto a la producción de productos farmacéuticos y vacunas que se venden en el mundo (John Bolton, subsecretario de Estado, poco antes del 11 de septiembre).

En el campo de la investigación, Cuba dispone ya de 500 patentes, depositadas en el exterior, algunas de ellas galardonadas con la Medalla de la Organización Mundial de la Propiedad intelectual. Y esté· sacando al mercado más de 50 nuevos productos entre biofármacos, vacunas y diagnósticos. En los 47 años de revolución más de 34. 307 médicos y trabajadores de la salud han prestado servicios gratuitos en numerosos países. Actualmente, son más 2.700 los que cumplen su misión en lugares apartados e inhóspitos de América Latina, El Caribe y África. Procedentes de 120 países del Tercer Mundo, 39.800 jóvenes se han graduado en Cuba en 33 especialidades universitarias y técnicas. Y hoy, a pesar del bloqueo, más de 8.000 jóvenes de América Latina, El Caribe y África cursan estudios de Medicina en Cuba ñ carrera que en EE.UU. cuesta más de 200.000 dólares- sin pagar un centavo. Incluso jóvenes norteamericanos, sin recursos para estudiar Medicina, han recibido cientos de becas en la Escuela Latinoamericana de Ciencias Médicas. Últimamente, en Venezuela y Nicaragua, son decenas de miles los ciudadanos que mediante la “operación milagro” están recuperando en Cuba la vista. ¿A cuánto no se rebajaría la dictadura económica de la Unión Europea y de EE.UU. si, a ejemplo de Cuba, sus democracias practicasen la solidaridad con los países más explotados?

¿Demuestran con su realpolitik ser más demócratas que Cuba? A la revolución cubana se la juzga sólo por la falta de libertad y de pluralismo político. Implantar la libertad es deber y tarea incesante de toda política, pero instalarla a base de entronizar privilegios y monopolios de poderosas minorías, equivale a sacrificar bienes y derechos fundamentales de la población, lo que es una enorme injusticia. Hemos entendido bien aquello de que “La libertad sin justicia es como una flor sobre un cadáver”. Los datos aportados pertenecen a la revolución cubana –y no sé cosa igual de ninguna dictadura- y brotan del espíritu de Fidel, del Che, de Camilo y de otros miles de revolucionarios que sienten la dignidad de ser libres y de colaborar a la emancipación y justicia de los países pobres, en medio de un pertinaz acoso y aislamiento internacional. Cierto que en Cuba no hay libertad, no hay pluralidad de partidos, no hay economía libre, no hay lugar para la iniciativa individual y competencia libre. Pero, de haberla, ¿quiénes se habrían beneficiado? ¿Quién se habría apoderado de su soberanía? ¿Son de verdad libres y justos los países que, con democracia, viven dominados, humillados y usados como t-iteres del capitalismo?

La revolución de Cuba, con Fidel y a pesar de Él, sigue en pie y es emblema para los que todavía sueñan con una sociedad donde la economía no se encuentre sobre la Ética y el Derecho. En Cuba, se necesita una regeneración colectiva, donde las conciencias, sin abdicar del inmenso potencial solidario inculcado por la revolución, reivindiquen el protagonismo de su dignidad, el derecho a obrar como personas libres o, en todo caso, a ser activos y responsables militantes en el Partido como espacio 49 para impulsar los derechos de la persona y los intereses de las mayorías. ¿Sólo en Cuba hay falta de libertades? ¿Cuántos desmanes y cadáveres hemos visto a lo largo y ancho del Tercer Mundo y en países denominados democráticos en América latina? Siempre he pensado que ninguno de los dos dilemas es deseable: ni la libertad sin justicia, ni la justicia sin libertad. No es bueno socializar la justicia a base de hipotecar los sueños de libertad; ni es bueno socializar la libertad a base de hipotecar los sueños de justicia. El neoliberalismo está· por la socialización de la libertad, porque sabe que siempre acaba siendo libertad de los más fuertes. Y el socialismo está por la socialización de la justicia, con propensión al secuestro de la libertad.

Pero, en nuestra América latina la bandera de la libertad esgrimida por los poderosos ha servido casi siempre para aplastar la justicia y acabar con la liberación. Me parece entrever, cuando paseo por las calles de La Habana, el esplendor apagado de una revolución, la tragedia de una población que vibró por un ideal de justicia y hermandad, y que luego los amos extranjeros del capital le obligaron a mermar y desdeñar, no fuera que se hiciera verdad y los pueblos despertaran del sueño unas democracias aparentes, celebradas como gobierno del pueblo. La revolución era demasiado bonita, demasiado solidaria, demasiado temible para mentes obsesivamente individualistas. El culto del individualismo no tolera en Occidente los aires frescos de un proyecto social más igual y comunitario. Ese proyecto, añorado en el fondo por todos, pasa a ser proscrito, porque se ha impuesto feroz la lucha de unos contra otros. No la justicia, el amor y la libertad de todos, sino la libertad de unos pocos a costa de la servidumbre de muchos. Eso es, por más que me lo nieguen, lo que crepita en el rescoldo de la revolución cubana y es lo que, a mí por lo menos, me hace defenderla críticamente en contra de retóricos detractores, que no han vislumbrado nunca las grandes causas, porque nunca han sabido compartir la dignidad y altivez de quienes una y otra vez fueron relegados al cubo de basura de la historia. ¿A qué dictaduras, de las de verdad, no han entrenado, aupado y consolidado las políticas colonizadoras e imperialistas?

¿Y a cuántas de esas dictaduras han dedicado los demócratas sus esfuerzos de crítica, o de lucha y derribo, como los demostrados contra Cuba? La revolución cubana sigue resistiendo. Pero, la resistencia no es norma que debe instalarse como algo habitual en la convivencia de un pueblo. Las utopías necesitan traducirse en hechos, como ya ha ocurrido en parte en Cuba, pero necesitan también unas condiciones socioeconómicas, culturales y políticas normales, lejos de la forzada vigilancia de un Estado acosado y agredido y lejos sobre todo de unos Estados neoliberales que patrocinan la voracidad de las multinacionales y el dominio de los grupos de poder. Cuba necesita que le dejen ensayar un nuevo modelo, desde la experiencia y larga defensa de su soberanía, por su sentido altamente socio-comunitario y por su excelsa solidaridad con los países más pobres. El Estado, bajo cualquiera de sus acepciones, no puede suplantar a la persona ni mutilar sus recónditos anhelos de participación y protagonismo social. Como decía el Che el hombre nuevo debe forjarse a base de troquelar la conciencia con profundos estímulos morales, los cuales le impiden convertirse en marioneta de cualquier poder político.

El poder político no tiene sentido en sí ni para sí, sino que emerge de la comunidad y es a ella a la que sirve teniendo como base y límite de su actuación la dignidad humana y sus derechos. Quien ame a la revolución cubana reconocer· que en la Cuba actual asoma un malestar interno, que delata fuerte insatisfacción entre Régimen-Gobierno y Sociedad. Los revolucionarios deben ser creativos en la búsqueda de salidas a la situación actual. Lo cual no se puede llevar a cabo sin terminar por completo el vergonzoso bloqueo que impide una política serena y razonable. En este sentido, los cubanos no quieren ser liberados a base de liquidar su soberanía, ni pueden depender en su economía, como ahora está· ocurriendo, de las remesas exteriores familiares ni de las compras sucesivas a los granjeros norteamericanos. El cubano debe encontrar dentro de su país condiciones positivas y estables para su realización y no sentirse tentado de abandonar su patria. Tal cosa es imposible mientras no se logre la autodeterminación económica de los cubanos y los coloque fuera de la interacción económica mundial. Y no es menos importante asegurar también los derechos humanos dentro de una convivencia plural, políticamente hablando.

Pero, ¿cómo enfrentar este desafío? Se trata -y en esto me limito a detectar ideas y deseos susurrados entre muchos cubanos- de desactivar todos los conflictos, preparando el terreno para una transición pacífica. Y esto supone un diálogo inclusivo, que abra el hogar nacional a todos y, como condición primera indispensable, la salvaguarda del valor de la independencia y soberanía de Cuba y de los cubanos. El paso hacia una transición tranquila - sigo escuchando esos crecientes susurros- debe satisfacer una serie de requisitos, que actuarían como garantía de una real propuesta. Los requisitos son: la gradualidad, la confianza, la moderación, la inclusión positiva y la seguridad colectiva. Gradualidad en cambios escalonados que permitan establecer prioridades y ciertos cambios básicos; confianza que considera el proceso de cambio como necesario y positivo para todos; moderación que apunta a metas posibles, mediante un diálogo que evita la descalificación y toda confrontación estéril; inclusión positiva, que trata de ir a favor de todos; seguridad colectiva, que asienta como intocable la soberanía de Cuba y su no aislamiento en la comunidad internacional. Los cubanos entienden que la revolución debe avanzar hacia una mayor democratización, pero sin que eso suponga entrar en la condición de una democracia asistida. Independencia y democratización son dos pilares inseparables.

Desde una apuesta por el futuro, se pueden diseñar unas bases que garanticen la transición pacífica de Cuba, a base de un gran acuerdo. Acuerdo de todos:

1. Que haga que la transición se haga sin la injerencia de potencia extranjera alguna.

2. Que imposibilite cualquier ajuste de cuentas por agravios pasados y permita resolver y sellar las fracturas políticas y culturales.

3. Que asegure a los actuales inquilinos o usufructuarios la propiedad de sus bienes.

4. Que excluya toda forma de terrorismo, preserve la integridad de la persona y condene todo acto de violencia.

5. Que asegure un consenso para preservar las instituciones de servicio actualmente existentes y ponga en práctica políticas desde el Estado o la Sociedad civil contra las fracturas y exclusiones sociales presentes y futuras.

6. Que reconozca el diálogo como vía para resolver las diferencias y conflictos.

Benjamín Forcano

¿Dónde está hoy el poder en el mundo?

 Hay un hecho que debe preocupar a todos los ciudadanos del mundo: el desplazamiento del poder de los estados-nación hacia el de unos pocos conglomerados financieros que operan a nivel global, cuyo poder es mayor que el de cualquiera de los Estados tomados individualmente. Estos realmente detentan el poder real en todas sus ramas: financiera, política, tecnológica, comercial, medios de comunicación y militar.

Este hecho ha sido estudiado y seguido por uno de nuestros mejores economistas, profesor del posgrado de la PUC-SP con amplia experiencia internacional: Ladislau Dowbor. Dos estudios de su autoría resumen la vasta literatura sobre el tema: “La red de poder corporativo mundial” del 04.01.2012 y la más reciente de septiembre de 2016: “gobierno corporativo: el poder caótico de los gigantes financieros.”
Es difícil condensar el cúmulo de informaciones que parece aterrador. Dowbor sintetiza:
“El poder mundial realmente existente está en gran parte en manos de gigantes que nadie eligió, y sobre los cuales cada vez hay menos control. Son billones de dólares en manos de grupos privados cuyo campo de acción es el planeta, mientras que las capacidades de regulación global van a gatas. Investigaciones recientes muestran que 147 grupos controlan el 40% del sistema corporativo mundial, siendo el 75% de ellos, bancos. Cada uno de los 29 gigantes financieros genera un promedio de 1,8 billones de dólares, más que el PIB de Brasil, octava potencia económica mundial. El poder ahora se ha desplazado radicalmente” (cf. Gobernanza corporativa, op.cit).
Además de la literatura específica, Dowbor refiere los datos de dos grandes instituciones que sistemáticamente a lo largo de los años se ocupan de los mecanismos de los gigantes corporativos: el Instituto Federal Suizo de Investigación Tecnológica (rivaliza con el famoso MIT de EE.UU.) y el Credit Suisse, el banco que dirige las grandes fortunas del mundo y, por lo tanto, sabe de estas cosas.

Los datos presentados por estas fuentes son sorprendentes: el 1% más rico controla más de la mitad de la riqueza del mundo. 62 familias tienen un patrimonio igual a de la mitad más pobre de la población de la Tierra. 16 grupos controlan casi todo el comercio de productos básicos (cereales, minerales, energía, tierra y agua). Debido a que toda la comida obedece las leyes del mercado, sus precios suben y bajan a merced de la especulación, quitando a vastas poblaciones pobres el derecho a tener acceso a una alimentación suficiente y saludable.
Los 29 gigantes planetarios, de los cuales el 75% son bancos, empezando por el Bank of America y terminando con el Deutsche Bank, son considerados “sistémicamente importantes”, pues su eventual quiebra (no olvidemos que el más grande, los Lehamn Brothers de América del Norte, se declaró en quiebra) llevaría a todo el sistema al abismo o muy cerca, con consecuencias nefastas para toda la humanidad. Lo más grave es que no hay regulación para su funcionamiento, ni puede haberla, porque las regulaciones son siempre nacionales y ellos actúan planetariamente. No hay todavía una gobernanza mundial que cuide no sólo de las finanzas sino del destino social y ecológico de la vida y del propio sistema-Tierra.
Nuestros conceptos se evaporan cuando, nos recuerda Dowbor, se lee en la portada de The Economist que la facturación de la empresa Black Rock es de 14 billones de dólares, mientras que el PIB de los EE.UU. es de 15 billones de dólares y el del pobre Brasil escasamente llega a 1,6 billones de dólares. Estos gigantes planetarios manejan alrededor de 50 billones de dólares, el equivalente a la deuda pública total del planeta.
Lo importante es conocer su propósito y su lógica: buscan simplemente ganancias ilimitadas Una compañía de alimentos compra una mina sin ningún tipo de experiencia en el ramo, sólo porque da beneficios. No hay ningún sentido humanitario, como por ejemplo, tomar una pequeña porción de las ganancias para un fondo contra el hambre o para disminuir la mortalidad infantil. Para ellos, eso es tarea del estado y no para los accionistas que sólo quieren ganancias y más ganancias.
Por estas razones entendemos la iracundia sagrada del Papa Francisco contra un sistema que sólo quiere acumular a costa de la pobreza de las grandes mayorías y de la degradación de la naturaleza. Una economía, dice, “que está centrada en el dios dinero y no en la persona: este es el terrorismo fundamental contra toda la humanidad” (en el avión de regreso de Polonia en septiembre). En su encíclica ecológica lo llama un sistema anti-vida y con tendencia suicida (n.55).
Ese sistema es homicida, biocida, ecocida y geocida. ¿Cómo puede prosperar tal inhumanidad en la faz de la tierra y todavía decir que no hay alternativa (TINA = There Is No Alternative)? La vida es sagrada. Y cuando es sistemáticamente agredida, llegará el día en que puede tomar represalias destruyendo a quien la quiere destruir. Este sistema está buscando su propio fin trágico. Ojalá la especie humana sobreviva.

Leonardo Boff

Declaración de amor a la Revolución Total de Cuba




Yo, obispo a la izquierda, poeta de camino, venido de otros mundos pero injertado en la Patria Grande como un brote mestizo de culturas y anhelos, misionero con una cierta vocación para evangelizar "macedonios", y claretiano de aquel que fue arzobispo de Santiago de Cuba, hago esta declaración, a veintitantos de febrero de 1999, esperando que termine menos mal este milenio, "deslumbrante y cruel", mientras la posmodernidad anda sin rumbo y quieren declararnos "cansada" la utopía.
Yo vengo de Brasil, que también es latinoamericano, del río Araguaia, frontera de luna y pájaros y luchas de la gran Amazonia. Vengo del Santuario de los Mártires de la Caminhada, donde se conserva viva la "memoria peligrosa" de toda la sangre derramada por la causa grande de la Liberación; y donde, por cierto, están presentes, ecuménicamente, los jóvenes cubanos Frank Pais y Antonio Echeberría.
"Declaración de amor" digo, no de odio ni de desprecio ni de indiferencia; porque -entre otras cosas para amar y para discutir y para corregir-, se trata de una revolución nuestra, de esta Patria Grande que es Nuestra América.
Es una declaración, en voz alta y a corazón abierto, para que se enteren las olas que van y vienen por el mar Caribe y los silencios expectantes de los Andes y los helados vidrios de Wall Street. Pero en parábola, para que no se entienda más de la cuenta, y para que los hermanos y hermanas que quieran lo entiendan desde el corazón y en la esperanza.
Acosada y acusada, la revolución debe seguir haciéndose, pero total. Y debe saber que un fracaso puede ser un fracaso procesual, un fragmento del gran fracaso pascual que termina en el triunfo de la Vida.
Los adjetivos a veces son sustantivamente calificativos, y por eso he dicho revolución "total". Las revoluciones, ya se sabe, pueden ser parciales, partidistas, inmediatistas quizá. En cristiano decimos -y creemos- que el Reino de Dios, que es la Revolución de Dios mismo, es "ya sí, pero todavía no". Total, además, ha de ser, porque la buena revolución que soñamos y que uno quiere para esta Cuba amada y para Nuestra América y para el mundo, es la revolución de las almas, la revolución de las relaciones, la revolución de las estructuras. Pero revolución, porque de reformas al estilo de las democracias formales, ya estamos más que cansados. Lo que queremos es "la dignidad plena del hombre (y de la mujer)", que diría "el apóstol" Martí; aquel "ejercicio íntegro" que él deseaba para su patria -y "que no corra peligro la libertad en el triunfo", advertía- y que él desea ahora -vivo en la piedra de la historia y en la gloria merecida-, para toda la "patria que es Humanidad" y para toda esta "América de la que somos hijos e hijas".
Cuanta sociología pueda proclamar y vivir esta humana tierra de la familia de Dios se reduce -¡casi nada!- a conjugar dialécticamente esas dos aspiraciones mayores de nuestras vidas y nuestros pueblos: la Libertad y la Justicia. Conjugar simultáneamente, como cantaba el poeta peruano, "la justicia y las rosas", y, añadamos, el viento, el Viento...
Para la fe de los seguidores y seguidoras de Jesús, toda la realización personal y toda la construcción de la Historia consiste en saber conjugar, en la dialéctica del Evangelio, el Mundo, el Reino, la Iglesia. (Esa Iglesia que es un misterio y una misión pero que es también una historia de santidades y de infidelidades y poderes y cegueras). El Reino -ya se sabe, y ¡cuánto mejor se debería saber!- es el sueño de Dios, la pasión de Jesús (según el Evangelio), "el destino de la raza humana" (según el teólogo de África del Sur), y "sólo el Reino es absoluto, todo lo demás es relativo" (según el papa Pablo VI). Y la Vida, cada vida, y la Historia, con todos sus procesos, son materia prima del Reino, bajo la acción amorosa del Espíritu de Dios.
El capitalismo es un pecado capital. El socialismo puede ser una virtud cardinal: somos iguales, somos hermanos y hermanas, la tierra es para todos y, como repetía Jesús de Nazaret, no se puede servir a dos señores, y el otro señor es precisamente el capital. Cuando el capital es neoliberal, de lucro omnímodo, de mercado total, de exclusión de las inmensas mayorías, ya el pecado capital es mortal abiertamente.
Socializar, distribuir como en familia, en la única sufrida, hermosa, humana familia de Dios. No habrá paz en la tierra, no habrá democracia que merezca recobrar este profanado nombre, si no hay una cierta socialización de la tierra del campo y del suelo de la ciudad, de la salud y de la educación, de la comunicación y la ciencia. Tú puedes tener si el otro puede tener también; pero tú no puedes tener acumulando, dejando al hermano desnudo. La propiedad privada es esencialmente inicua cuando es privatista y privadora. ¿Recuerdan ustedes el gesto aquel de la multiplicación de los panes y los peces? No fue un juego de magia, sino un acto de compartir. Pan hay para el mundo, para la humanidad entera, e incalculable pescado tiene el mar... El compartir será, evidentemente, en contra del programa del FMI y del BM y de las transnacionales y de los multimillonarios y muchas veces -quién sabe- quizás en contra de nuestro propio corazón posmodernamente egoísta.
Cuba viene pasando angustiadamente por un "período especial". Por un período muy especial pasa el mundo entero. A neoliberalismo tocan todos los bancos, todos los gobiernos, y muchos computadores. Cuba es una isla, cercada de mar por todas partes; cercada del mar del neoliberalismo también. ¡Ay Nicaragua Nicaragüita! ¡Pero sigamos, Zapata! ¡Hermanas y hermanos de la Patria Grande: no se cansen de soplar viento de utopía por las quenas maternas, no se cansen de darle a los tambores de la negra rebeldía! ¡Padres y Madres de la Patria Grande: los Juan Diego, Lempira, Las Casas, Tupac Amaru, Zumbí, Martí, Camilo Torres, Che Guevara, Doña Tingó, Romero, Margarida Maria Alves... y todos cuantos y cuantas a lo largo de los siglos de antes y después de la conquista, en la siempre Abya Yala fecunda, vienen dando su sabiduría y su canto, su lucha y su sangre, su resistencia y su esperanza!
Cuba es una isla, y una isla igualmente es un lugar desconectado del resto del mundo, que conectable con el mundo entero. "Que el mundo se abra a Cuba", pedía el papa; "y Cuba se abra al mundo"; que Cuba se abra a Cuba, que la Iglesia se abra al Pueblo, que el Estado se abra al Pueblo, que el Pueblo se abra al Pueblo; que todo se abra al Reino, que es la liberadora política de Dios... No vamos a dar a nadie que se crea grande "la perla del Caribe", ni tampoco vamos a encerrarla en una concha. Cubanos, cubanas, hermanos del mundo, tan generosamente entregados a la salud, a la educación y a la liberación, más allá de las fronteras de la patria cubana: ¡vamos a seguir "internacionalizando el amor" -como quería el compa nica de Santa Clara-, globalizando la solidaridad, mundializando la utopía!
¿Qué hacemos, Señor, en este mundo neoliberal? ¿Qué haces Tú? ¡Que se te vea que eres siempre el Dios de los pobres! Que hagamos verte tal. Que la Iglesia, las Iglesias, la Iglesia de Jesús, ecuménicamente testigo del Crucificado Resucitado, sea libre, sí, pero para el servicio, coherente siempre con la opción de Jesús y con la fuerza de su Pascua. Ni plañideras ni cruzados. Nada de crispación militante, ni de un lado ni del otro, que de un solo pueblo se trata, y habría de tratarse de una misma tarea y una misma esperanza. Que la laicidad del Estado no tenga por qué ser irreligiosidad del Pueblo; ni el espacio de la Iglesia tenga que ser poder. Sea la Iglesia de Jesús luz, sal, fermento, como El soñaba, humilde diakonía del Reino, una profecía que consuela al Pueblo y lo acompaña, que anuncia la Buena Noticia, que denuncia la mala noticia de toda Muerte, que no apaga la mecha de los logros y los ensueños, quizá casi apenas humeantes, y que nunca le hace el juego al enemigo mayor.
Dios no "ha entrado en La Habana", periodista Manolo, porque no ha salido nunca de La Habana, como no ha salido nunca de tu corazón que se declara ateo ni de otros corazones ateos más o menos. Dios antes, durante y después. Dentro. El, siempre mayor, Otro. Que nadie use sólo el manual ni nadie use sólo el catecismo. Que todos los lázaros de todos los rincones, sientan, igual que en El Rincón, cómo se hacen uno el san Lázaro obispo y el san Lázaro pueblo. Que la Iglesia y la Sociedad acojan la santería negra con el respeto que merece una presencia autóctona de Dios, del Dios de todos los nombres, más allá de toda prevención o de cualquier manipulación folclorista. Que todos los mandos sean siempre compañeros. (El Reino y la Revolución, "somos todos").
Que no se haga "sin", lo que se pueda hacer "con", porque la Iglesia no debe ser la suplencia de la Sociedad, una pretendida sociedad perfecta paralela. Y la suplencia, además, cuando necesaria, debe ser oportuna, provisional, autocrítica. Y que la sociedad civil no le haga el juego al apátrida mercado total desdeñando la misión del Estado, ya que donde no hay un Estado soberano y participativo acaba por no haber Sociedad. "Del fundamentalismo del Estado hemos pasado al fundamentalismo del Mercado", ha reconocido el propio boy-mayor del FMI, después de venir ayudando a descuartizar el Estado por ese nuevo fundamentalismo, y proclama ahora que "hay que reinventar el Estado".
La Caridad de El Cobre es la Virgen Mambisa, aliada de cimarrones excluidos, la pequeña gran liberadora, en la Sierra Maestra de las muchas liberaciones que Cuba ha peleado y que a todos nos toca pelear. Programa de liberación total es nuestro programa, compañeros y compañeras de camino. Que el hombre, y la mujer, sean totalmente nuevos, siempre añorado Che, en la medida que le cabe a nuestro barro todavía frágil, y "sin perder la ternura jamás", hermano. Que todos los derechos humanos sean armoniosamente vividos, sin ninguna pena de vida ni ninguna pena de muerte. Que toda Cuba sea un malecón abierto al mar y al cielo, sin castillos de miedo alguno ni hotelazos de lujo insultante (con miradores populares, eso sí, con restaurantes populares también, y las gaviotas del sueño y los niños del pueblo). Que el dólar no sea divino ni imprescindible: que sea simplemente la moneda de un país igual a los demás países del mundo humano. Que Miami sea sólo Miami, ni portaaviones ni paraíso iluso. Que los balseros lo sean sólo de aguas adentro de la libertad, de la patria, de la solidaridad. Que dialoguen -pero cubanamente siempre- Granma y Vitral. Que Cuba siga siendo este culto histórico país, "nudo de haz de islas", lleno de cubanos y cubanas (con turistas también, ¿por qué no?, pero no turistas del sexo, ni turistas del privilegio). Que la juventud no se ajinetee profanando la flor de su hermosura y el vigor de nuestro futuro. Que Cuba no sea nunca más un casino "made in". Que Cuba salve maduramente su identidad guajira latinoamericana caribeñamente.
Antiimperialistas somos por la voluntad de Dios, que ha hecho a cada pueblo digno, libre e irrepetible -imagen colectiva suya, como cada persona es una imagen suya individual- y por eso exigimos, ante Dios y ante la Historia, que se acabe el bloqueo, crimen de lesa Cuba y de lesa Humanidad. Antiimperialistas somos, y por eso nos negamos, con Cuba, a pagar la Deuda Externa, que no es nuestra, sino de "ellos", y que ya hemos pagado con creces y que no permite a nuestros Pueblos cubrir las deudas sociales de la Vida y la Dignidad.
Viniendo a Cuba, en un vuelo de Cubana, nos dieron, Fidel, la revista de abordo "Sol y son". En ella leía un artículo sobre Hemingway con la inevitable referencia a "El viejo y el mar". Y, no sé por qué simpatía o inspiración, te sentía, y te siento, Fidel, un poco así: como "El viejo y el mar", viejo de luchas y de años tú, y siendo el mar ese mar de nuestra vida, del proceso de Cuba, del futuro del Mundo. Y evocaba, viniendo a Cuba y sintiendo de antemano su sol y su son, algo de lo que te decía en aquella carta aniversario, del 10 de diciembre de 1996:
"Fidel, a estas alturas de tu vida y la mía, y de la marcha de nuestros Pueblos y de las Iglesias más comprometidas con el Evangelio hecho vida e historia, tú y yo podemos muy bien ser al mismo tiempo creyentes y ateos. Ateos del dios del colonialismo y del imperialismo, del capital ególatra y de la exclusión y el hambre y la muerte para las mayorías, con un mundo dividido mortalmente en dos (¿dónde están el Este y el Oeste ante este Norte y Sur...?). Y creyentes, por otra parte, del Dios de la Vida y la Fraternidad universal, con un mundo humano único, en la dignidad respetada por igual de todas las personas y de todos los pueblos... Con esta fe -te decía y te digo- abrazo a todo el pueblo de Martí, en la esperanza de su victoria sobre el bloqueo inicuo, en la defensa de sus conquistas sociales, y en la consolidación de una democracia sin privilegiados ni excluidos, con Pan y con Espíritu, con Justicia y con Libertad; en la hermosa patria de la Isla y en toda la Patria Grande de Nuestra América."
Y decía, y tengo que decirlo de nuevo, por esta singular Declaración, que esperaba, con el suficiente buen humor necesario, "no escandalizar demasiado ni a la derecha ni a la izquierda".
Una declaración de amor a la Revolución Total ha de acabar necesariamente rezando... A la Caridad de El Cobre le rezo, pues, con todos los cubanos y cubanas:


Virgen de la Caridad,
mina de amor en El Cobre,
madre de toda orfandad
hermana del Pueblo pobre.
Cuba es tuya, eres nuestra,
desde la Sierra Maestra
a los confines del mar...
Y con tu gracia, Señora,
Cuba sabrá ser ahora
Patria, Justicia y Altar.
Amén y aleluya, aun siendo cuaresma
 en la liturgia y en el Mundo, 
que hacia la Pascua, en todo caso, vamos!




Pedro Casáldaliga

La Revolución Cubana



                               


 La revolución de Cuba ha cumplido 50 años. Y, como revolución, supuso cambios radicales que beneficiaron al pueblo y no los soportaron quienes más poder y privilegios tenían. En el mundo fue recibida con alborozo y esperanza y nadie osó calificarla de dictadura. Ninguna de las dictaduras, por entonces existentes en América Latina, fraguadas por Estados Unidos, hablaron como Fidel y el Che de una nueva situación en que el protagonista y beneficiario era el pueblo. Se trataba, primero de todo, de colocar fuera de su lugar, al arrogante imperialismo yanki. El Pentágono intentó sobornar a los barbudos revolucionarios de Sierra Maestra y esperaba que llegaran a él de rodillas. Imposible.
                Ese -el logro de la libertad y de la soberanía- era un crimen de lesa majestad imperial que se pagaba con sentencia maldita: embargo, hostigamiento, chantajes, atentados, calumnias, asfixia internacional, aun teniendo a favor las sentencias casi unánimes de la ONU, en muchos caos. Y, así, hasta hoy: medio siglo. Ninguna de las dictaduras entonces existentes en América Latina, seguían ese camino; ninguna ponía las armas en manos del pueblo y ninguna lograba índices tan altos de alfabetización, de menos mortalidad infantil, de escolarización, de educación , de sanidad, de trabajo, etc. El sueño de igualdad de oportunidades y de no discriminación parecía hacerse realidad.
                Bastaba recorrer los países del contorno (Haití, Panamá, Guatemala, Nicaragua, Colombia, México, Venezuela, Bolivia, Ecuador, Perú…) dictaduras unas y democracias otras, y observar el contraste con Cuba en emancipación, igualdad y derechos del pueblo. Países con “libertad” pero con nulos o escasos niveles de “igualdad y justicia”. La revolución cubana no es una democracia occidental al gusto del Estados Unidos y Europa, tienen graves fallos y contradicciones, pero no es una simple y pura dictadura. La historia demuestra que todo intento de revolución y soberanía latinoamericana fue asediado y estrangulado por Estados Unidos. Cuba lo aprendió y no quería que le pasase lo de Allende. Y eso le llevó a donde, en otro contexto internacional de igualdad, respeto y cooperación, no hubiera llegado.
                No hay pluralidad ni libertad de partidos en Cuba, es cierto. Y eso es un mal y la hace una dictadura, desde la perspectiva occidental. Pero, otros países latinoamericanos, titulados democracias, tienen peores males populares que la carencia de una libertad política. ¿Qué hubiera pasado si la revolución cubana, altamente popular, hubiera sido acogida, respetada y apoyada internacionalmente? ¿A quién hay que pedir cuentas de todo eso? ¿Cómo hacer para que sus ideales -en parte truncados- hoy sean realizados sin tener que detestarla no borrarla del mapa? Esa es la cuestión.

Benjamín Forcano