miércoles, 12 de febrero de 2020

CINCO ATISBOS DE ATALAYA Benjamín Forcano


TASAS DE POBREZA EN ESPAÑA
Informe final de Philip Alston, relator especial de la ONU


MADRID (7 de febrero de 2020) – España les está fallando por completo a las personas que viven en la pobreza, cuya situación ahora se encuentra entre las peores de la Unión Europea, dijo el Relator Especial de la ONU sobre la extrema pobreza y los derechos humanos, Philip Alston, al concluir su visita oficial al país.

“A pesar de que España está prosperando económicamente, demasiadas personas siguen pasando apuros”, dijo Alston. “La recuperación después de la recesión ha dejado a muchos atrás, con políticas económicas que benefician a las empresas y a los ricos, mientras que los grupos menos privilegiados han de lidiar con servicios públicos fragmentados que sufrieron serios recortes después de 2008 y nunca se restauraron”. “El único aspecto positivo en la situación es que el nuevo Gobierno de coalición está firmemente comprometido con lograr la justicia social, pero los desafíos son grandes”, agregó.

En 2018, el 26,1% de la población en España, y el 29,5 por ciento de los niños, se encontraban en riesgo de pobreza o exclusión social. Más del 55% experimentó algún grado de dificultad para llegar a fin de mes y el 5,4% sufrió privación material severa. La tasa de desempleo del 13,78% es más del doble de la que presenta la media de la UE, y ha sobrepasado el 30% para los menores de 25 años.

“España debería mirarse de cerca en el espejo”, afirmó Alston. “Lo que verá no es lo que desearía la mayoría de españoles, ni lo que muchos responsables de formular políticas tenían planeado: una pobreza generalizada y un alto nivel de desempleo, una crisis de vivienda de proporciones inquietantes, un sistema de protección social completamente inadecuado que arrastra deliberadamente a un gran número de personas a la pobreza, un sistema educativo segregado y cada vez más anacrónico, un sistema fiscal que brinda muchos más beneficios a los ricos que a los pobres y una mentalidad burocrática profundamente arraigada en muchas partes del gobierno que valora los procedimientos formalistas por encima del bienestar de las personas”.

“Los formuladores de políticas les han fallado en gran medida a las personas que viven en la pobreza, y los derechos sociales rara vez se toman en serio. La vivienda de bajo coste es casi inexistente y el sistema para brindar asistencia social está quebrado, es imposible de navegar y hace que las familias acaudaladas se beneficien más de las transferencias de efectivo que las familias pobres. Mientras tanto, las empresas están pagando la mitad de los impuestos que antes de la crisis a pesar de registrar fuertes beneficios”.

“He visitado lugares que sospecho que muchos españoles no reconocerían como parte de su país”, dijo Alston. “Un barrio pobre con condiciones mucho peores que un campamento de refugiados, sin agua corriente, electricidad ni saneamiento, donde los trabajadores inmigrantes llevan años viviendo sin ninguna mejora en su situación. Vecindarios de pobreza concentrada donde las familias crían niños con una grave escasez de servicios estatales, clínicas de salud, centros de empleo, seguridad, carreteras asfaltadas o incluso suministro eléctrico legal”.

“La palabra que he escuchado con mayor frecuencia en las últimas dos semanas es ‘abandonados’”, dijo el experto. “He conocido a personas que perdieron todos sus ahorros durante la crisis, que tienen que elegir entre poner comida sobre la mesa o calentar una casa, y que afrontan la posibilidad de ser desalojadas, incapaces de encontrar una vivienda asequible. Casi todos los que conocí buscaban ávidamente un trabajo decente”.

“Ciertos grupos están particularmente olvidados por los formuladores de políticas, sufren el impacto de la discriminación estructural y experimentan tasas de pobreza desproporcionadamente altas. España tiene una de las comunidades de gitanos más grandes de la UE, casi la mitad de los cuales viven en la extrema pobreza. Las mujeres, los habitantes en zonas rurales, los inmigrantes, las trabajadoras domésticas y las personas con discapacidad están extremadamente desatendidas por las políticas actuales y se ven injustamente afectadas por la pobreza”.

El experto de la ONU visitó Madrid, Galicia, el País Vasco, Extremadura, Andalucía y Cataluña, y se reunió con personas afectadas por la pobreza, funcionarios del gobierno del ámbito municipal, autonómico y central, así como activistas, académicos y representantes de organizaciones de la sociedad civil. También visitó numerosos centros comunitarios y escuelas, oficinas de ONG, un centro para personas con discapacidad, un centro de servicios sociales, un asentamiento informal para trabajadores inmigrantes, un bloque de viviendas privatizadas, un centro de trabajadoras domésticas y varias comunidades gitanas.

“Ahora España necesita un liderazgo innovador a escala nacional, respaldado con recursos para alentar a las comunidades autónomas a apoyar reformas de gran alcance. Con su acogida de los derechos sociales y la justicia fiscal, y su priorización de los más vulnerables, aplaudimos el mensaje del nuevo gobierno, pero es necesario que sus acciones estén a la altura de esa retórica”, señaló Alston. “La pobreza es en última instancia una decisión política, y los gobiernos pueden, si lo desean, optar por superarla”.
El Relator Especial presentará su informe final ante el Consejo de Derechos Humanos de la ONU en Ginebra en junio de 2020.
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                   2019: INFORME  OXFAM
       La desigualdad , espejo de la injusticia
                    Pequeño resumen
RIQUEZAMUNDIAL
Año 2019
Un 82 %      ----------------------------------lo psee un  1%                         
Un 50 % = 3.700 millones ------------------No percibe nada

Desde  2010
La élite económica mundial crece  ---------un  13 %  al año
La gente trabajadora crece-----------------un  2% al año

América Latina + Caribe
El  10 %  más rico concentra el -------------68 %
1.000 millonarios de esta zona crece-------155.000.000 $
Cantidadsuficiente para                                                                                        acabarpor dos veces con la pobreza                                                                                                                  de esa zona.
*Estos DATOS  muestran:
1.La explotación despiada del sistema económico.
2.El engrosaminto de beneficios para  empresarios y adinerados inversionistas.
3. Las mujeres en todas partes son las peor pagadas, las empleadas en los puestos más precarios, las que tienen que trabajar más lejos de su casa, sin descanso para ir el servicio y víctimas de acoso sexua.
4. ¿Cuántos años ha de pasar para cerrar esta brecha salarial etre hombres y mujeres?
5.¿Por qué los gobiernos no obligan a los ricos a que paguen los impuestos que les corresponde y a que  no evadan el control fiscal?
6.Todos apoyan cada vez más la lucha contra la esigualdad, hasta líderes políticos y empresariales lo afirman públicamente. ¿Por qué los políticos no aplican acciones adecuadas para corregir esta desigualdad?

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¿DERECHO A LA   AUTODETERMINACIÓN?                          ¿Cuándo?
En la historia de lo  pueblos, hay momentos en que esa historia da un vuelco. Es el momento, por ejemplo, en que se desintegran los Imperios. Dentro de su mayor o menor territorio, se dan y manifiestan entonces diversas colectividades que tratan de hacer valer su identidad de lengua, historia, religión, raza, cultura, tradición, etc. creando entre sus miembros un vínculo sentimental y manteniendo entre todas ellas la unidad bajo un único Estado soberano e independiente
El nuevo Derecho Internacional (Carta de las Naciones Unidas 1945), tras las dos sangrientas guerras mundiales, reafirma "Como elemento básico para la convivencia pacífica, el principio de integridad territorial de los Estados" garantizando de esa manera la paz y la seguridad y el reconocimiento del Estado y de los Derechos humanos. 
Este principio de la integridad territorial es reconocido expresamente en el punto 6 de la Resolución 1514 (1960) de la Asamblea General de la ONU, denominada Carta de la descolonización: "Todo intento encaminado a quebrantar total o parcialmente la unidad nacional y la integridad territorial de un pais, es incompatible con los propósitos y principios de la Carta de las Naciones Unidas". 
    De modo que sólo cuando los derechos de una u otra colectividad son distintos o negados dentro de un mismo Estado de Derecho , - y no la razón de ser de otra raza, religión, cultura o idioma...- crean razón para otorgar y justificr el derecho de autodeterminación. Los keniatas, por ejemplo, -una colonia británica- tuvieron derecho a la autodeterminación por que sus derechos no eran equivalentes a los de los ingleses. 
Si lo expuesto es correcto, se deduce que el Derecho Internacional  admite que sólo sean sujetos de autodeterminación, aquellos miembros de un Estado residentes en un determinado territorio, cuando sus derechos sean distintos y de peor condición de aquellos otros que habitan en otras partes del mismo Estado. 
    España abarca un gran territorio en que,a lo largo de su historia, han convivido  diversas colectividades bajo la existencia de un mismo Estado.
Si lo dicho anteriormente es correcto, la pregunta , en el caso tan controvertido del derecho a la autodeterminación en Cataluña , es la siguiente: ¿Cataluña puede invocar y exigir ese derecho porque sus derechos son distintos y de peor condición que el de las otras colectiviades de España?
O acaso, la pregunta sería la siguiente: ¿No será que Cataluña,- buque insignia de esas colectividades- no se resigna  a seguir integrada en condiciones de igualdad con las otras colectividades y pretende reimplantar en ella el poder colonizador de tiempos pasados con respecto a ellas, constituyéndose en  Estado independiente ?

                                     
         Carta a  Soledad Gallego, directora de El Pais
                  
            La Asamblea Nacional Venezolana se encuentra  en desacato desde el 2016. El  5 de enero, los diputados decidieron  acabar con el desconcierto actual e instalar una nueva Junta Directiva de cara a las nuevas   elecciones. De los 167 diputados, asistieron 140 y, de ellos, 81
-los votos  suficientes- eligieron la nueva Junta.Fué elegido el diputado Parra, que encabezaba la lista de los electores, muchos de ellos  de la oposición.
            Guaidó vió que la Asamblea estaba en su  contra y se ausentó. Quien siga lo ocurrido en Venezuela,averiguará  que él no fue elegido presidente, sino dirigente o coordinador hasta que se nombrara  el nuevo presidente en el Legislativo.  El período de Guaidó cesó y por eso tocaba a la Asamblea nombrar nueva Junta directiva. No olvidar que los venezolanos  ejercieron su derecho al voto en su momento y eligieron presidente constitucional a Nicolás Maduro.
            ¿Qué pintaba , pues, Guaidó? ¿A qué venía a Europa?
            Al día de hoy, las estrategias e intereses  de Estados  Unidos, coaligados con la burguesía venezolana, no han sido capaces de cambiar a su favor al pueblo y derrotar al legítimo presidente Nicolás Maduro.
            Muy acertada, a este respecto, la posición del  Gobierno español que,   frente al  desconcertado y frustrado coordinador Guaidó ,pone sordina a las analtecidas  loas y locas mentiras que le propinan en la cadena mediática  que lo sustentan.

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            ¿HABRA ALGUIEN QUE SE ATREVA EN LA IGLESIA?
                                Pablo D´ Ors,sacerdote y ecritor.
                                     No sé qué  reacciones produjo, si las hubo,                                                          cuando se publicó este  artículo. El tema sigue                                                   en pie. Y existen otras muchas palabras que                                                    piden airearlo, sacarlo de la crisis que padece y                                                     darle  su ajustado encuadre bíblico-teológico..

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         Los sacramentos de la Iglesia ya no significan casi nada para la inmensa mayoría de quienes aún participan en ellos. Un signo que deja de significar ya no es un signo, sino un juego de magia. Los ritos cristianos y los símbolos en que se fundamentan han degenerado, para la mayoría de los creyentes, en pura magia. Por supuesto que los hombres y las mujeres de hoy seguimos necesitando de la magia, es decir, de palabras y gestos que de un modo automático e irracional nos vinculen con lo trascendente. Pero esa no es la cuestión.

         Sostengo que muchos de los comportamientos de sacerdotes y laicos durante la celebración eucarística son fundamentalmente mágicos, no religiosos. ¿Te imaginas a los apóstoles arrodillándose ante el pan o a Jesús recogiendo las miguitas del plato? Estos comportamientos reflejan que nuestra actitud ante el signo sacramental es mucho más mágica que religiosa.
         Para que puedan significar, los signos han de entenderse. La doctrina del ex opere operato, la que postula que el sacramento es eficaz con independencia de la comprensión de quien lo recibe, ha desvinculado al signo del sujeto y lo ha degenerado y cosificado. Los sacramentos hay que entenderlos, al menos en alguna medida. De lo contrario, no sacramentalizan nada, que es lo que sucede hoy en nuestros templos. Nadie entiende nada. A lo que más me recuerdan nuestras misas es al teatro del absurdo de Beckett.
         Pongamos el ejemplo de la Eucaristía, cuyos símbolos son el pan y el vino. El pan es, desde luego, algo cotidiano, blando y nutritivo. Que el pan sea símbolo de Dios significa que Dios es algo cotidiano, que Dios es blando, que Dios es nutritivo. Pero si el símbolo es el pan, el signo o sacramento es el pan partido, repartido y comido. Así que de lo que se trata es de partir y repartir el pan conscientemente; de llevárselo a la boca conscientemente; de, conscientemente, masticarlo y tragarlo.
         Conscientemente significa a sabiendas de que no se trata solo de dar pan a los demás, sino de ser pan para ellos, de convertirte en el alimento que alivia su necesidad. Comer de este Pan nos da fuerza para ser pan. En esta misma línea, el signo no es simplemente el vino, sino el vino repartido y bebido. Beber de este Vino nos posibilita ser vino para los demás. Y el vino es la sangre, es decir, la vida: ser la vida para los demás.
         Y eso de reservar la eucaristía en un sagrario, ¿a qué viene? ¿No hemos dicho que el verdadero signo es partirlo? Prueba de que nuestra mentalidad es mágica, es que pensamos que Dios está en el sagrario más que fuera de él. Pero eso… ¡es absurdo! No es que esté allí más que en otra parte. Es que está allí para… significarnos que está en todas partes, para que lo recordemos. Dios está en todas partes, decimos, pero luego nos empeñamos en meterle en una caja. Meterle en unas teorías que llamamos teologías y en unos símbolos que llamamos sacramentos, pero que no sacramentalizan nada.
         Solo queda una solución: explicarlo todo como si nunca se hubiera explicado, pues quizá esa es la situación; y queda, por supuesto, realizarlo todo como si fuera la primera vez, pues acaso lo sea de verdad. Veremos entonces, maravillados, la potencia de nuestros símbolos, redimiremos nuestros ritos, descubriremos, en fin, su poder transformador del alma humana.
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        Pero, ¿habrá en la Iglesia alguien que se atreva? ¿Habrá alguien que presente estos símbolos y ritos no solo como aquellos en los que se cifra la más genuina identidad cristiana, sino como símbolos y ritos de valor universal, aptos para todos, cristianos o no? ¿Habrá alguien, en fin, que presente el cristianismo como religión y humanismo inclusivo, no excluyente ni exclusivo?
         El respeto a la diferencia de otras tradiciones espirituales no debe hacernos perder la visión del cristianismo como propuesta humanizadora universal. Detecto en mis contemporáneos no solo un hambre de espiritualidad, sino un deseo de recuperar, de forma comprensible y actual, la tradición religiosa de la que provenimos. El cuidado del silencio, una sensibilidad que está creciendo, comportará un cuidado de la palabra y del gesto. Pero, ¿habrá en la Iglesia alguien que se atreva?
 ¿Dónde estarán los profetas que nos hagan entender que solo hay posible fidelidad al pasado desde la creatividad y la renovación en el presente?
En el nº 2.947 de Vida Nueva

MISERICORDIA QUIERO, NO SACRIFICIO Benjamín Forcano

La comensalidad, que Jesús nos legó
                               MISERICORDIA QUIERO, NO SACRIFICIO
                                               Benjamín Forcano

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Sentido y desarrollo  del tema
            Tras dos mil años de historia, la Iglesia de Jesús ha seguido sus huellas, nunca perdió su razón de ser, que era vivir y anunciar el Reino de Dios, - el proyecto de  Dios Padre- para fundar una familia universal,  de hermanos, viviendo en igualdad, justicia, solidaridad y paz.
            Lo que en un principio aseguró este proyecto,  fue la vida misma de Jesús,  libre ante otros proyectos, judíos y paganos, que lo desnaturalizaban con jefes, leyes, ritos y costumbres que establecían clases,   desigualdades,  barreras, discriminaciones y privilegios entre unos y otros.
           
            1.Jesús no vino  a encuadrar su vida bajo el marco  de ningún poder religioso o civil, ni  a respetar o cumplir proyectos que se apartaban del Reino de Dios. Anunciaba lo más sencillo y primordial: todos éramos criaturas humanas, hechura de Dios, iguales en dignidad, derechos y corresponsabilidad.
            2.Esta igualdad primordial se desvaneció y se agrandó su contraparte la desigualdad, apelando al mismo Dios, y estableciendo  entre  El y la Sociedad, una  institución  sacerdotal,  elevada a clase superior, dotada con poderes especiales sobre los demás, y que los diferenciaba esencialmente.
            3.Jesús , con su vida, estableció otro camino para conocer, tratar y llegar a Dios. No exhibió títulos, cargos u honores que lo colocasen por encima de nadie, por eso no dejó de ser lo que era, un ser humano –el hijo del hombre por excelencia- igual que  todos, un laico o ciudadano normal, que se proponía reivindicar lo que en las instituciones religiosas y civiles, respaldadas o no por Dios, aparecía en gran parte pospuesto y despreciado: el valor sagrado de todo ser humano y, en especial, de los que menos contaban para el Templo y el Imperio:  los empobrecidos y marginados.
            Esa iba a ser su preocupación básica, no permitir que a  nadie  se le arrebatase esa su dignidad y se lo sometiera a ninguna opresión o discriminación, por ser,   precisamente los más necesitados y desfavorecidos, los preferidos de Dios.
            4.Gran parte de la evolución de la Iglesia reposa sobre la extraña e histórica  división que en ella se hizo entre clérigos y laicos, hasta llegar a profesar con naturalidad que esa división la hacía una sociedad de desiguales.
              Urge, por tanto, volver a la comensalidad primaria -fraterna, igualitaria y servicial-  de la Eucaristía para recuperar el significado auténtico del sacerdocio de Jesús,  propio de todos sus seguidores y entender que la comunidad eclesial,  toda ella es sacerdotal, y es ella la que en cada momento  y situación debe determinar las tareas o ministerios que le incumben. 
            5.Para llevar a cabo esta su misión, él no fue ni se hizo llamar sacerdote al estilo judío ni de  otra religión oriental. El iba a fundar un nuevo sacerdocio, más adecuado a la voluntad y modo de ser de Dios:  desvivirse hasta el extremo para que nadie fuera menos que nadie, que nadie fuera esclavo, pobre, subordinado de nadie.
              Y, en su coherencia, le tocó enfrentarse con los guardianes del poder religioso y civil, que le exigían dejar de lado su heterodoxia, su manera revolucionaria de presentar a Dios como Padre y valedor de los más pobres,  demoledor a la par del podery  privilegios de los que decían representarle. Si algo se declaraba él era ser misericordioso y  servidor  de los  más pobres,  de los últimos.
            Su destino –obviamente- aparecía irremisible: sería crucificado.   
6.Jesúsconvocó a otros a que le siguieran e hicieran lo mismo. Y se lo dijo, después de vivir y ser acompañado por ellos,  con entrañables palabras  en la Cena de despedida:  “Cuando os reunais en mi nombre, haced  todo esto en memoria de mí”. Que ese reuniros para compartir el pan y el vino, en una misma mesa, sirva para recordar el camino que con vosotros he recorrido,  las enseñanzas que os he dado, aquello por lo que yo he vivido , luchado y por lo que he sido calumniado,  perseguido y crucificado. Sólo así seréis comensales  míos, auténticos comensales de la cena a mi lado hoy  celebrada, y  podréis transmitirla  a otros muchos  que quieran hacer suya nuestra causa: el Reino de Dios.
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Alcance y dificultad del tema
            Al comenzar este tema, he de confesar  que me acompañan dos sentimientos importantes:
                        -Primero, que no veo que dentro de la cristiandad haya una disponibilidad general a entender la Cena de Jesús –que hoy llamamos Misa o Eucaristía- tal como El la vivió y nos la quiso transmitir.
                        -Y segundo que, de ser esto verdad, el reto que se nos plantea es enorme: cómo reintroducir en los ámbitos más relevantes de la vida cristiana –catequesis, liturgia, derecho, teología, pastoral, espiritualidad,  ética individual y pública- la visión oiriginaria de Jesús,  hoy tan alejada y desfigurada, y que en opinión de todos, debiera inspirar y dinamizar nuestra vida.
            Rufino Velasco, compañero y  acreditado cultivador de la Eclesiología católica , nos sorprende cuando aborda este tema, con estas palabras: “Muchos cristianos provienen del tiempo en que la Eucaristía , tal como se celebra en la  diversas Iglesias cristianas,  ha ido adquiriendo una estructura que tiene poco que ver con la  Última Cena, a pesar de que se afirme que es un prolongamiento”.

            Y sorprende aún más que, después de largo y riguroso estudio, concluya: “En torno a la celebración de la  Cena del Señor, se ha dado como una traición eclesial, en la que se transforma a Jesús de Nazaret , perseguido por las autoridades judías, en una ´víctima´ sometida a la voluntad del Padre, no ya misericordioso, sino necesitado de un  Hijo que repare con la muerte un imaginario pecado ´”original”; transformación que se orienta a perpetuar en los cristianos la condición de “víctimas  sometidas” al poder sacerdotal , al que deben sacrificar su libertad y creatividad; e impide a los fieles constituir una verdadera fraternidad en el espíritu de Jesús”.
             Y todavía   añade estas palabras: “La  manera monóloga y ritualizada  de entender la Eucaristía explicaría el hecho de que después de millones de Misas celebradas semanalmente en los cinco continentes, no acaezca nada nuevo en la sociedad, mientras la cena pascual de Jesús, teóricamente idéntica, ha marcado una vertiente en la historia de las religiones”.
            Si uno está un poco familiarizado con la liturgia  eucarística verá enseguida dos cosas: que es tema obsesivo el del sacrificio y el de que  Jesús se convierte en altar, víctima y sacerdote.
            La Ultima Cena se reducea “sacrificio”, siendo Jesús la víctima santa e inmaculada , que nos redimió del pecado original y queda , por tanto, como víctima preparada por el Padre para la Iglesia.
            Creo sinceramente que transcurre por ahí, y lo señalan  los autores, el meollo de la cuestión: la ideología de sacrificio. Y la pregunta inevitable entonces  es ésta: ¿Si la Ultima Cena no es sacrificio,  por qué y cómo se ha reducido históricamente a esa categoría? ¿Qué significa propiamente esa reducción?  ¿Cómo  habría que entenderla y qué reformas serían necesarias?

            Habremos pues de ocuparnos de la evolución histórica de la Eucaristía, de la estructura y finalidad última a que ha llegado y el camino a seguir para recuperar su sentido originario procediendo con coherencia a la hora de sacar las correspondientes consecuencias.

Cuatro consideraciones previas y fundamentales

1.La Cena pascual de Jesús
            La Eucaristía trae origen de la Cena que Jesús celebra con sus más íntimos compañeros. Cena, que se encuadraba dentro de la tradición religiosa judia,  con interlocución directa entre Yahvé y el pueblo de Israel, con una reciprocidad que todo israelita aprende desde pequeño y que le lleva  a tratar a Dios como una divinidad cercana, en relación de mutua confianza, en un diálogo de agradecimiento e interpelación, con derecho a proyectar sobre El toda la gama de sus emociones, como dos interlocutores que se intercambian sus quejas, críticas, enamoramientos y frustraciones. A  Dios se lo  percibe como el Creador de todo, pero con quien es legítimo dialogar, una especie de diálogo entre un padre con un hijo que crece hacia la plena madurez.
            Esta dinámica comunicativa desaparece poco a poco en los primeros siglos, merced a otra dinámica  más ascendente que favorece y hace prevalecer un trato meramente de adoración, glorificación y alabanza de Dios, con atribuciones abstractas a un Dios Trinitario, de exigencias meramente espirituales y con   una eternidad futura donde se alcanzará el Reino prometido o su contrario la Condenación eterna.
             Se interioriza, así,  una visión que vuelve insignificante el peso de la historia contemporánea. El rito eclipsa de la mente de los fieles los acontecimientos históricos negativos, de modo que la Eucaristía –cena del Señor, memorial de la muerte y resurrección, vínculo de caridad- admite una única polaridad: Dios, quedando  removida toda interlocución entre Dios y el pueblo.
            Y de aquí nace la difusa sensación de que la Eucaristía sea más que una cena entre amigos, una reunión de sujetos puramente espirituales para los que se considera vano todo esfuerzo de cambio sobre la tierra, a la espera de alcanzar la meta de reunirse y gozar para siempre de la gloria de Cristo.
            De haber mantenido la  dinámica comunicativa, los cristianos sabrían que , cuando Jesús se reúne  en la  última Cena con sus amigos, lo hace porque desea celebrar la fiesta más importante de su pueblo. Es una cena comunitaria donde todo israelita entra en fiesta  y gasta con alegría, después de haber pasado más de un milenio, para revivir la experiencia de sus antepasados rescatados de la opresión egipcia por intervención directa de Dios y con la ayuda de Moisés.
            La pascua judía  coincide con  aquel mes de Nissan (Marzo-Abril) en que la naturaleza se libera de las cadenas del invierno y que el israelita asimila con la esclavitud,   cadenas que los padres tuvieron que soportar  en Egipto durante siglos.
             Esclavitud y liberación son, pues,  las piedras fundantes de Israel, una experiencia que requiere una continua travesía , de manera que ninguno olvide  la alianza que Dios quiso establecer  con un pueblo de esclavos. La cena pascual es la madre de todas las fiestas. El Exodo de Egipto indica la necesidad de una liberación permanente.
            Jesús, en su pueblo de Nazaret, revivía cada año  en familia   esta fiesta  de la liberación del Faraón. La celebran en casa, sentados, en torno a una mesa  con parientes y amigos, con  los elementos que les llevan a recordar la historia de la liberación. El padre hacía circular el vino en una copa y,  bendecido, lo distribuye con el pan partido.  Los niños y jóvenes asisten, escuchan, preguntan y aprenden que han sido liberados y deben agradecer a quien les hizo pasar de la opresión a la liberación.
            Tal comida no se celebraba en la sinagoga ni el templo, ni contaba con sacerdotes, ni con lecturas estandarizadas, gestos ritualmente definidos, hábitos o útiles “sagrados”.

            Hoy, sin embargo, la Eucaristía presenta una articulación estricta y meticulosa según el canon de  cuanto en ella se desenvuelve: invocación inicial de las personas de la Trinidad, acto penitencial,  tres lecturas del Antiguo Testamento,  del Nuevo y de los cuatro Evangelios, homilía explicatoria del sacerdote, recitación sin variación del Credo, invocaciones impetratorias de los fieles  previamente impresas, himno por tres veces del himno “Santo, Señor del universo”, repetición por el sacerdote de las frase de Jesús  “Tomad y comed…, Tomad y bebed…”, recitación del Padre nuestro, intercambio del signo de la paz, distribución por parte del sacerdote,  de la “comunión” u hostia consagrada a los fieles, invocaciones finales.
            Y esto de manera uniforme, una y mil veces, por uno y mil sacerdotes,  en todos los rincones de la tierra, y aunque se trate de una variedad infinita de personas, edades. situaciones, pueblos y culturas distintas.
            La Eucaristía, continuación de la Cena de Jesús, debiera ser lo que en verdad fue:  una  cena de hermandad, para compartir en torno a una mesa en común un alimento que ponen a disposición de los comensales y de los más pobres, una comida normal donde se intercambian saludos, abrazos, palabras de aliento en el recuerdo del Padre amoroso y de Jesús perseguido, crucificado y resucitado y no un rito para comer “una hostia”. 

2.El Sacrificio de Jesús en el rito, clave de bóveda para sostener y entender el modo celebrativo de la Eucaristía actual
            Me propongo explicar cómo el concepto de sacrificio aplicado a la Eucaristía, subyace como base de  un entramado histórico de la Iglesia, que condiciona  la  desigualdad entre sus miembros,  la división entre clérigos y laicos y  la sacralización de un poder destinado a mantener un orden y clases sociales.
                   Por muy obvio que nos parezca, resulta casi obligado  recordar lo que, hasta el concilio Vaticano II, se enseñaba sobre este respecto, sin que hubiese movimientos serios de disconformidad y apartamiento.
                   He aquí algunos aspectos que mayor peso tienen sobre este tipo de mentalidad y que se encuentran explícitamente  consignados en el  magisterio eclesiástico:

Eclesiológicamente , hasta el Vaticano II, se decía:
                                   -“ La comunidad de Cristo  no es una comunidad de iguales, en la que todos los fieles tuvieran los mismos derechos, sino que es una sociedad de desiguales” (Constitución sobre la Iglesia, Vaticano I, 1870).
                                   “Por su misma naturaleza, la Iglesda es una sociedad desigual con dos categorías: la   jerarquía y la multitud de fieles; sólo en la Iglesia Jerarquía reside el poder y la multitud no tiene más derecho  que el de dejarse conducir y seguir dócilmente a sus pastores” (Pio X, Vehementer, 12.)
                                   - “Es injurioso decir  que es necesaria una cierta restauración o regeneración de la Iglesia  para hacerla volver a su primitiva incolumidad” (Gregorio XVI, Mirari Vos, 16).

Socialmente se decía:
                              -“La diferencia de clases en la sociedad civil tiene su origen en la naturaleza humana y, por consiguiente, debe atribuirse la voluntad de Dios” (Pio IX, Syllabus, Enchiridin Symbolorum, 1960, (1540) .
            -“No se puede ser verdadero católico y verdadero socialista” (Pio XI, Quadragessimo anno, 12).
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Políticamentese decía: “Las mayores infelicidades  vendrían sobre la religión  y sobre las naciones si se cumplieran  los deseos de quienes pretenden la separación de la Iglesia y el Estado, y se rompiera la concordia  entre el sacerdocio y el poder civil” (Colección de encíclicas y documentos pontificios, Madrid, 1955, pp. 1 ss).
           
            A nadie se le  ocurre pensar que estas ideas eran propias de las primeras comunidades cristianas. Y, sin embargo, han arraigado profundamente en la cristiandad. Tan profundamente que aún hoy son guía y criterio de muchos , no sé si  a sabiendas de ser contrarias al Evangelio y de ser tropiezo y escándalo para una mentalidad moderna.
             Por eso, si se quiere entrar a fondo en la renovación propugnada por el Vaticano II y el Papa Francisco, se requiere averiguar las causas –si las hay- que han podido determinar este modo de pensar.
            Y es posible que sorprenda el camino que esta indagación alumbre sobre el camino y tareas abiertos por la  Cena del Señor. ¿En qué sentido?

La Cena del Señor centro de la liturgia de la Iglesia

1º) La Cena de Jesús como sacrificio

            El concepto de sacrificio reaparece como  centro  de la oración de la    liturgia: 
-“Oh Señor, que te sea agradable nuestro sacrificio que hoy se cumple delante de ti” .
“Orad, hermanos, para que este sacrificio, mío y vuestro, sea agradable a Dios Padre todopoderoso”.
-“Padre clementísimo, te suplicamos que aceptes estos dones, este santo e inmaculado sacrifico”.
-“Santifica, oh Dios, esta ofrenda con la fuerza de tu bendición en sacrifico espiritual y perfecto, para que se vuelva para nosotros el cuerpo y la sangre de tu amadísimo hijo”.
- “En este sacrifico, oh Padre, nosotros tus ministros y tu pueblo santo, celebramos el memorial de la santa pasión  del Cristo tu hijo”.
- “Vuelve sobre nuestra ofrenda  tu mirada serena y benigna , como has querido aceptar los de Abel, el justo, el sacrifico de Abrahán, …”
-“Mira con amor, oh Dos, la víctima que tú mismo has preparado para la  Iglesia” (SC, 7).
-Por este sacrifico de reconciliación da, Padre, paz y salvación al mundo entero”.
El mismo concilio Vaticano II recoge esta tradición –aun cuando luego la modifique y  enriquezca profundamente:
- “La liturgia, por cuyo medio, sobre todo en el divino sacrificio de la Eucaristía, se ejerce la obra de nuestra redención” (SC, 1). “Cristo envió a sus apóstoles … a que ejercitaran la obra de salvación que proclamaban, mediante el Sacrificio y los Sacramentos, en torno a los cuales gira toda la vida litúrgica” (SC, 6).
-“Cristo está presente en el Sacrificio de la Misa, sea en la persona del ministro, sea sobre todo bajo las especies eucarísticas…y con razón, por tanto, la liturgia se considera  el ejercicio del sacerdocio  de Jesucristo” (SC, 7).
- “Los trabajos apostólicos  se ordenan a que todos participen  en el Sacrificio y coman la cena del Señor” (SC, 10).
- “Nuestro salvador, en la última Cena,  instituyó el Sacrificio Eucarístico de su Cuerpo y Sangre, con  que perpetuara por los siglos , hasta su vuelta, el Sacrificio,  memorial de su muerte y resurrección,  y así confiara a su esposa, la Iglesia, el memorial de su muerte y resurrección; signo de unidad, vínculo de caridad , banquete pascual, en el cual se come a Cristo” (SC, 47).
            Los textos citados, y otros muchos, coinciden en reducir la Ultima Cena a sacrificio, en el cual Jesús es la víctima, -crucificada bajo Poncio Pilato-, que da la vida para redimir  a la humanidad  del pecado (original) y conseguir la reconciliación con Dios, da cumplimiento a los sacrificios antiguos , es a un mismo tiempo altar, víctima y sacerdote, y queda en la Iglesia como una víctima preparada por el Padre.

2º) ¿La interpretación dada a la Cena como sacrificio, responde a la verdad histórica y es concorde con los Evangelios?
            Creo que está aquí el nudo de la cuestión. Admitamos que la Ultima Cena sea un Sacrificio, ¿pero en qué sentido?

            La historia de lo que le ocurrió a Jesús es muy simple: El es un profeta, se opone a toda ley inhumana, repudia el rumbo exhibicionista de una religiosidad interesada en las apariencias, propone una nueva imagen de Dios como Bondad sin fín y sin discriminaciones, ataca el objeto más sagrado para el israelita, el Templo, asociado a mercadocueva de bandidos, hace el bien en modo y tiempos no oficiales, atestigua con autoridad que en  el Reino del Padre entran primero los samaritanos que los  fariseos, las prostitutas primero que los justos, los que han padecido primero que los que han gozado, los bondadosos de corazón primero que los poderosos, los operadores de la paz  y de la justicia primero que los mojigatos que sacrifican animales. 
            No sé hasta qué punto todas estas motivaciones, determinantes en el proceso de Jesús y de una sentencia que le llevó al Calvario, han sido borradas de la memoria de los fieles y  del rito dominical de la eucaristía.

            Porque lo que aparece claro es que , en la vida de Jesús,  nada le hace actuar como una víctima o un cordero disponible para el matadero.
             Ciertamente no dice que  va a morir  por  los pecados  del mundo, sino que es espiado,  perseguido y condenado por blasfemo y sedicioso. Se ha hecho hijo de Dios y es un revolucionario político que pone en peligro la legitimidad del Gobenador romano.        Y, para estos casos,  las autoridades les reservan  la crucifixión.
             Las autoridades civiles  son  el Prefecto romano (Poncio Pilato) y las autoridades religiosas  el Sanedrín en pleno  (Senado de 71 miembros, compuesto del alto clero, de la aristocracia laica y de los jefes rabinos).
            En nuestro modo de celebrar la Cena del Señor como Sacrificio, ¿no se percibe, al presentar a Jesús como altar, sacerdote y víctima, un intento de modelar las mentes de los fieles en las actitudes de autoinmolación  y así obedecer a los mediadores entre Dios y el pueblo,  tal como Jesús que habría obedecido pasivamente?
Creo que debemos aclarar esto.

)El sacrificio de los fieles
            La ideología del sacrificio, cierto, deforma la figura histórica de Jesús y también de los congregados en su nombre, en   la asamblea de los fieles.
            Los fieles, se nos inculca, deben imitar al Nazareno,  acatando la volundad del Padre como El, humildemente, renunciando a la propia autonomía, autocensurándose, aceptando cuantas restricciones les lleguen, normalmente a través de la homilía de los curas,  tanto sexuales como político-electorales, expresando de esta manera  la comunión con la  Jerarquía y con Dios.
            Y a ello convida por todos los lados el dinamismo del rito, que tiende a sacrificar la personalidad de los asistentes en la fijación previa  de posturas y gestos, en no disponer del uso de la palabra, en  establecer distancia con el altar, en  responder o cantar  según las normas escritas.
           
            En la Cena última, Jesús trata de  que los discípulos   aprendan a hacer lo que él hizo, volviéndose disponibles y serviciales  para que otros  se beneficien.. Es una cena pedagógica, internamente estimuladora.
             La Eucaristía de hoy es, por lo general,  impositiva, hay que limitarse a escuchar, repetir y hacer  mecánicamente cuanto está reglamentado.
             Los participantes son tratados como sujetos  no humanos, no libres, no dotados de conciencia, ni de espiritualidad, ni de afectos, ni de emociones merecedoras de ser traducidas en palabras e intercambiadas por los otros (supuestos) hermanos.
            Al no haber apenas diálogo ni implicación con el público,  todo contribuye a que el ministro oficiante  -independiente de las intenciones- se convierta en un pastor de ovejas, reales, aquiescentes y disponibles a ser inmoladas y privadas de las funciones propias del  homo sapiens.

            Esta es una  relación –entre “pastor “ y “ovejas”-  vertical. Un único actor en escena, varón y ordenado, célibe, sentado sobre un trono, separado de los “súbditos”, y detrás  del altar  sacrificial, incapaz de intercambiar con los otros sus experiencias, por lo que lógicamente  acaban por sentirse extraños los unos a los otros.
            La imagen del celebrante arriba y de  los fieles abajo, visibiliza  la separación de ambos polos. Y la disposición de los bancos impide el diálogo no sólo con el de arriba sino con los demás participantes.

              Así era, y aún sigue siéndolo en gran parte, el guion sacrificial impuesto por la más alta autoridad, que prevé la reducción de los fieles a mudos espectadores. De hecho el ministro tiene poder absoluto, incluido el  derecho de interpretar la palabra de Dios al propio gusto, protegido con una incensurable infalibilidad excathedra . Cito esta vez palabras literales de un autor: “A través del rito se sanciona, en nombre de Dios, la disyunción irreparable entre quien retiene el poder  de la palabra  y quien está privado de ella; entre quien ordena y obedece; entre quien está sobre y quien está abajo; entre quien está sentado en un trono y quien es siervo”.
            ¿Qué tiene que ver esta liturgia con la mesa preparada para la cena pascual
celebrada por Jesús?

) ¿Qué dicen Pablo y los apóstoles?
            Veámoslo.
             Son más de 50 la veces en que usan la expresión “el uno al otro” para recomendarles que rivalicen en la estima mutua, corregirse los unos a los otros, perdonarse mutuamente, confesar los pecados los unos a los otros, preocuparse los unos de los otros, acogerse los unos a los otros, saludarse los unos a los otros con el beso de la paz, esperarse los unos a los otros, arrimad todos el hombro a las cargas de los otros, estar al servicio  los unos de los otros en el amor,  sed benévolos y misericordiosos los unos con los otros, vivir en paz los unos con los otros, etc. etc.  
           
            Estas amonestaciones de los Apóstoles,  ricas en humanidad y tan válidas para todas las parejas, familias y los diversos grupos sociales, debieran haber sido asumidas positivamente por los Pastores, que  hubieran potenciado indudablemente redes benéficas de hermanamiento.
            San Pablo, que designa a la asamblea como Cuerpo Místico,  se cuida de recomendarlo vivamente: “Cuando os reunís, cada uno aporta algo: un canto, una enseñanza, una revelación, hablar en lenguas o interpretarlas” (1 Cor 14, 26). “No os olvidéis de hacer el bien y ayudaros mutuamente. Estos son los sacrificios que agradan a Dios” (Hb. 13, 14).
            Y nos encontramos con la paradoja de que presbíteros y  comunidad cristianas que desean ejercer el derecho a comportarse según las formas prescritas por los apóstoles o a inspirarse  en la forma convivial de la Cena del Señor  han sido amonestados o  sancionadas por  Roma.
            La razón de todo ello estaría en que una comunidad de hermanos , que goce de la libertad de palabra y de auto-organización, sería incompatible,  con la ideología del sacrificio y rechazaría el doble rol de laico-sacrificado y  sacerdote – sacrificante.

5º) El servicio a los hermanos, sustancia verdadera del sacramento de la Eucaristía.
            Hay una forma de celebrar la eucaristía solemne, de enrarecida belleza y armonía, de perfección ultraterrena que nos traslada a renacer en el jardín del Edén, sin defectos, conflictos, ni fatigas, como si fuéramos no cuerpo irreal, imaginario, simulación del “Cuerpo Místico”.

            Ocurre cuando, frente a una masa de espectadores, hay un sacerdote – jefe que preside y asume la tarea de instruir  y proteger el todo, expulsando todo lo que es fuente de división.
             Si las predicaciones, que constituyen parte irrenunciable de la celebración . se juzgan aburridas  y repetitivas , esto se debe al hecho  de que el culto debe ser “espiritual”, es decir, separado de los problemas y de la vida. Tiene lugar una “teatralización” litúrgica, garantizada por tiempos, espacios , sectores y guion (canon) , fijos y señalados por la Dirección Clerical, sin más finalidad que proponer una representación paradísiaca y meta-histórica, donde no haya ni caos ni diferencias.
            Para esto es necesario, que los espectadores renuncien a su propia libertad, sientan lo que deberían sentir según el canon , sin posibilidad de comunicar lo que ellos son realmente.  

6º) ¿Tran-sustanciación del pan o de los cristianos?
            Quiero comentar dos aspectos más, sin duda de singular importancia en nuestra liturgia católica. Recordémoslos:

Primero. El concilio de Trento es taxativo:  “En la Eucaristia, después de la consagración del pan y el vino, Jesucristo se contiene verdaderamente, realmente y sustancialmente bajo la apariencia de esas cosas sensibles”.
             Son dos las condiciones para que Jesús descienda a la Asamblea:
-Que esté  la materia  (pan y vino de uva)
-Y que haya un celebrante (ordenado, célibe y varón)
            Si el sacramento no es administrado por un sujeto “ordenado” tal sacramento no se da.
            Paradójicamente, la Misa es nula si se celebra por una comunidad reunida en nombre del Señor pero sin un sacerdote. Y es válida si se celebra  por un célibe “consagrado” de una forma absolutamente privada.
            En buena lógica, es así: si la Eucaristía es sacrificio y no Cena en recuerdo del Nazareno, entonces puede bastar el celebrante-sacrificante, dado que los sacrificados no tienen ninguna importancia.  Una misa, en esta perspectiva, se considera válida aun con ausencia de los fieles. Un poco como si  Jesús hubiera celebrado la “Cena de pascua” en soledad monacal. Queda así desfigurada la memoria de la Cena del Señor. 
            Urge, pues,  señalar  el significado que tienen en la mente de Jesús  las palabras y los gestos  que usa en la Pascua hebrea, respecto  a la comida (pan y vino) y  la relación con los comensales , presentes y virtuales. 

            Para Jesús, comer junto con sus amigos, sobre todo en los últimos momentos de su vida cuando se siente amenazado de muerte, tiene un significado singular: El ha vivido en un mundo, reflejo del amor creativo de Dios, en el que todos los vivientes están relacionados solidariamente, en un doble  movimiento de recibir y donarse.
            Juntarse para comer, lo hacemos continuamente y especialmente cuando celebramos fechas o acontecimientos más o menos importantes. Cuando invitados acudimos a una comida, allí no faltan en nuestra cultura ni el pan ni el vino, elementos vivos que, a través de un  proceso, -espiga, granos…; racimos estrujados…- se desintegran y  pierden su anterior identidad  (sustancia) para  convertirse en  alimento y energía vitalizante para otros. Pasan por un momento de fragmentación y autodisolución y así son transmisores de vida. Vemos como el sol con su energía contribuye gratuitamente a la existencia de nuestro planeta, siendo vida para las plantas y estas para los animales, incluido el hombre, volviendo los residuos de unas y otros a realimentar el proceso anterior. 
           
            De alguna manera, estamos inmersos en un proceso continuo de muerte que sirve para dar vida a otros. No habría comida alguna sin esta dialéctica cósmica  incautadora y autodisolvente.
            La muerte violenta de Jesús  tiene contigüidad profunda con esta dialéctica de autodonación para el bien del conjunto. Cuando, sentado a la mesa, toma el pan  y el vino y dice a sus amigos: tomad,  comed y bebed,  hacedlo  en memoria de mí, quiere decir: 
            Primero: “Mi cuerpo y mi sangre, es decir, mi vida equivale a este pan y este vino, que omo ellos debe ser comida y asimilada por vosotros. Yo he anunciado el Reino del Padre  sin abdicar de la justicia y de la verdad, he defendido los derechos de los más pobres y despreciados frente a los poderes del Templo y del Imperio, y eso me va a costar la vida.     Cuando os reunáis en mi nombre, acordáos de mi, haced memoria de esto, de lo que ha sido mi vida y  mi proyecto,  salid dispuestos a perpetuar esta mi forma de vida,  mi forma de entender a Dios y de trataros los unos  a los otros: “También vosotros debéis lavaros los pies unos a otros, como yo os los he lavado”. Recordadme para hacer esto, . para tratar de vivir como os he enseñado,  llegando incluso a dar la vida, antes que claudicar de lo que os he enseñado.
            Segundo: Se trata, por tanto, de saber no  cómo ni cuándo se verifica la trasformación de la sustancia del pan y del vino en la del cuerpo y de la sangre del Señor, ni quién tiene autoridad para hacerlo, ni vivir pendientes de si la trasustanciación se ha realizado en las condiciones debidas y si bajo la apariencia externa del pan y del vino está Jesús  realmente y podemos adorarlo permanentemente.
            Lo que Jesús muestra en su Cena Pascual es su disponibilidad total para vivir en donación permanente, buscando el bien y liberación de todos, tal como  Dios mismo. El ha venido para dar vida y darla en abundancia. Si, contra su voluntad, muere violentamente, El  dará a entender que  al igual que la sal, la levadura, las semillas , el pan ny el vino  desaparace para “renacer” y seguir en nuestras vidas.
            Muchas de nuestras liturgias eclesiásticas están atentas a idealizar el milagro de un pan y de un vino que se convierten en el cuerpo de Cristo, ignorando que toda la creación es cuerpo de Dios, agape y expresión de una Santa Alianza de Vida y Muerte.       Con razón, en sus orígenes, la Eucaristía se llama “fracción del pan”, porque quienes se reúnen celebran  la vida y a  semejanza del pan y del vino se dejan desintegrar y metabolizar  para dar energía a quienes tienen necesidad, que es lo que hizo Jesús y , en razón de ello, “su muerte redundó en favor de todos” (Hb 2,9). 
            Esta finalidad dista de la otra en que se orienta  a entender  la Eucaristía  desde la  minuciosa adecuación a las prescricpciones, a las formalidades de la cualidad del pan y del vino, o de recibir la hostia en la mano o en la boca: “El santísimo sacrificio eucarístico debe ser celebrado con pan… de solo grano” (Derecho Canónico) a pesar de que millones de personas basen su alimentación en arroz o el maíz.
             Vastísima es, en este sentido, la literatura relativa a la transustanciación de la hostia y casi nula  la dedicada a la transustanciación de los cristianos, cosa que choca con el objetivo de Jesús, que se fija primordialmente en que sus seguidores cambien sustancialmente  su modo de pensar y de actuar: “A Jesús,  escribe Rufino Velasco, no le interesa mínimamente modificar de un modo omnipotente un trozo de pan, ni que los fieles de medio mundo se reúnan para un rito semanal sin modificar la propia existencia. En continuidad con los profetas, recuerda que el Padre odia los sacrificios y le agradan sólo las plegarias seguidas  de una cuidadosa atención  hacia los necesitados y excluidos, porque ´La santidad habita en  quienes de verdad escuchan la palabra de Dios y la ponen en práctica´” (Lc, 11, 27-28).
             Y prosigue: ”De la vida de Jesús  es difícil deducir que tuviera mucho interés  en que la hostia estuviera consagrada por un erudito representante. Su invitación es que los discípulos se saluden, se hablen con sinceridad, estén ligados con vínculos  de amistad. Que sean una prolongación de la naturaleza amorosa de Dios. A una asamblea muda prefiere una en que sea posible hablar de las heridas personales, sin bloqueos, sin los fantasmas de la omnipotencia y donde se puedan volver a coser las relaciones fraternas desgarrradas”.
            Hay que volver, por tanto,  a hacer nuestra la preocupación fundamental de Jesús, que no es otra,  que dar una dimensión divina a su vida, a semejanza de Dios, llegando como Jesús   si es preciso hasta el extremo de dar la vida.

            Tercero: ¿Esquizofrenia colectiva?
             Si a base de repetir el rito del Sacrifico llegamos a convencernos de que ya estamos redimidos, en lugar de examinar en qué medida estamos cumpliendo su mandato “En esto conocerán todos que sois discípulos míos en que os amáis unos a otros”,  no es difícil entonces concluir que nuestras eucaristías pasan a ser una idealización del amor, sin sospechar que a lo mejor  estamos traicionando el sentido original de la eucaristía. ¿Estamos realmente llevando a la eucaristía nuestros bienes para que  sean compartidos por los que están en dificultad? En muchas de las eucaristías, no lo parece; pues en lugar de unidos, nos sentimos extraños; en lugar de pan para compartir  una Cena asistimos a un sacrificio; en lugar de pan para compartir sólo hay “hostias” preparadas industrialmente; en lugar de  presentar y distribuir bienes  sólo se alcanza a dar alguna limosna.
           
            De esta manera resulta que, tras muchos siglos de decir que somos seguidores del Nazareno, no encontramos con que nuestra vida   está saturada de creencias y de ritos, repetidos una y otra vez, en uno y otro lugar, por miles y miles de dirigentes eclesiásticos. Y  nuestras vidas no parece que se sientan interpeladas por ellos, no cambian y siguen dócilmente las consignas de la nueva religión neoliberal: trabajar, medrar, consumir y disfrutar con la mayor ganancia posible, sin apenas preocuparse por las desigualdades e injusticias entre unos y otros.
                         Y, en medio de ese frenesí competitivo y consumista, recurrimos alguna que otra vez a un  Dios que dista mil leguas del Dios revelado por Jesú:  “Los hay que se representan a Dios de tal forma  que la fantasía que  rechazan no es, de ningún modo, el Dios del Evangelio” (GS, 19 )
                        Pero, lo más sorprendente  es que, pese a esta constatación de una religiosidad que se centra en determinados momentos y actos de la vida (bautismo, primera comunión, bodas, funeral, procesiones, fiestas de  patronos, con misas  y más misas,  etc. ) el clero sigue validando  la celebración de la Eucaristía sin que  se cuestionen la necesidad  de renovarla.
                        Dice el Vaticano II:“los pastores deben vigilar para que los fieles  participen en la acción litúrgica consciente, activa y fructuosamente” (SC, 11). La  reforma litúrgica  debe asegurar una “plena y activa participación de todo el pueblo” (Idem,14) sabiendo que en  ella “hay partes sujetas a cambio, que en el decurso del tiempo pueden  y aun deben variar” (Idem, 21) pues  “la Iglesia no pretende  imponer una rígida uniformidad ni siquiera en la Liturgia, sino que más bien respeta y promueve el genio y las cualidades  de las distintas razas y pueblos”(Idem, 37) .
           
                        Eucaristías uniformes y repetitivas, autocentradas en el cura, reglamentadas minuciosamente desde unas oficinas alejadas de la vida, sin  creatividad comunitaria. Encuentro muy acertadas las palabras del teólogo  José Antonio Pagola:
                                   “La crisis de la misa es, probablemente, el símbolo más expresivo de la crisis que se está viviendo  en el cristianismo actual. Cada vez aparece con más evidencia  que el cumplimiento fiel del ritual de la eucaristía, tal como ha quedado configurado a lo largo de los siglos , es insuficiente para alimentar el contacto vital con Cristo que necesita hoy la Iglesia.
                                   El alejamiento silencioso de tantos cristianos que abandonan la misa dominical, la ausencia generalizada  de los jóvenes, incapaces de entender y gustar la celebración, las quejas y demandas de quienes siguen  asistiendo con fidelidad   ejemplar, nos están gritando  a todos que la Iglesia necesita en el centro mismo de sus comunidades una experiencia sacramental mucho más viva y sentida. Sin embargo, nadie parece sentirse responsable de lo que está ocurriendo.
                                   Somos víctimas de la inercia, la cobardía o la pereza. Un día, quizás  no tan lejano, una iglesia más frágil y pobre, pero con más capacidad de renovación , emprenderá  la transformación del ritual de la eucaristía, y la jerarquía asumirá su responsabilidad  apostólica para tomar decisiones que hoy no nos atrevemos a plantear”.

La misa no es un sacrificio
            En Occidente  ha caído en desuso  el ofrecimiento de sacrificios como un acto de culto. Pero, el sacrificio está presente en todas las religiones.   Los cristianos  no matan animales para ofrecerlos a Dios y expresar así  el derecho que El tiene sobre la vida y la muerte. Los devotos, que  encienden cirios y dejan caer monedas en las alcancías  de ofrendas,  no viven estos actos como acto ritual de sacrificio, aunque de hecho lo sea.

1.¿Qué es lo que caracteriza el sacrificio de culto?
El que ofrece el sacrificio a la Divinidad pretende ofrecerle un bien, en el caso de sacrificio de los animales mediante su destrucción y de ese modo satisfacer a la Divinidad y lograr recibir de ella lo que se le pide.  Grangearse su favor, hacerle intervenir en su provecho o aplacarle por crímenes cometidos. “Sacrificar  es ofrecer algo  a la Divinidad como don y, por consiguiente, perder lo que se ofrece,  pero siempre bajo el principio del do ut des, te doy par que tú me des,  es decir, para ganar algo, para recibir algo mejor  que lo que se ha ofrecido o perdió. Y esto que es mejor es la ayuda de la Divinidad, su favor, su perdón”  ( Roger Lenaers, Otro cristianismo es posible, Ed. Ab-yayala, , 2088, p. 186).

2.Presupuestos que llevan a una práctica sacrificial
            Quien procede así con la Divinidad es porque cree que a Dios le falta algo y se lo quiere dar. ¿Le ofrecemos a Dios un sacrificio porque es ávido de cosas materiales: animales, oro, plata, joyas, vino, aceite, incienso, etc. o más bien  porque queremos demostrar su reconocimiento supremo dando o destruyendo en su honor lo que poseemos?
              Se parte de que el sacrificio de vidas humanas agrada a Dios, El da y quita la vida, y lo haría con pestes y desastres que son castigos. Entonces se le ofrecería la vida de otro ser humano para evitar que tome la propia vida, o se le ofrecería  la propia vida para salvar la de otros.
              El sacrificio de expiación serviría para aplacar a un Dios que se siente enojado. Si Dios es justo y obra según razón y derecho, ¿qué es lo que lo que esperamos cuando le ofrecemos sacrificios de intercesión: que cambie, que revoque algo que no nos conviene,  que se deje sobornar…?

3. Resulta extraño que estas prácticas hayan calado en la cristiandad
            Es un hecho que  durante milenios se ha procedido así en las religiones  con la Divinidad. Pero, resulta extraño que estas prácticas hayan  calado en la comunidad cristiana,  desde la imagen que Jesús nos da de Dios. 
            Jesús fue crítico con el culto sacrificial: “Misericordia quiero y no sacrificio” (Mt 9,13). “A pesar  de ello, una manera de pensar y de hablar  cercana a la sacrificial  no sólo revivió  con fuerza en la Iglesia  y penetró toda la piedad, sino que se impuso  como interpretación oficial  y exclusiva  incluso de la muerte de Jesús, así como del culto central de los cristianos, la eucaristía.  Esta interpretación de la muerte  en cruz de Jesús  y de la eucaristía creció  íntimamente unida con la tradición  cristiana y por eso pretende ser valedera” (Idem, p. 189).

            4.¿Qué queda , pues, y qué aceptamos  de la tradición?
            La muerte de Jesús no se la puede seguir interpretando como un sacrificio y menos como un sacrificio de expiación. El ajusticiamiento de Jesús no podemos verlo desde ese  punto de vista, pero todavía se presenta la sangre de Jesús como un precio de rescate exigido por Dios.
            Sabemos las razones por las que Jesús fue crucificado. El anunció el reino de Dios, por él vivió y por ser fiel a su misión, lo crucificaron quienes mantenían otro proyecto de sociedad y convivencia.
             Dejemos, pues,  a un lado la idea de que  pagó por nuestros pecados y que borró con su sangre la deuda contraída con Dios apaciguándole.

5. La eucaristía no es el sacrifico de la cruz
              El concilio de Trento  interpreta la eucaristía como la representación del sacrificio de la cruz y aún hoy , en el mismo Vaticano II, se nos dice  que Jesús está presente en el sacrificio de la  Misa:  “Cristo está presente en el Sacrificio de la Misa “(SC, 7); ”Los trabajos apostólicos  se ordenan a que todos  participen en el Sacrificio y coman la cena del Señor” (Idem, 10).  “Orad, invita el sacerdote,  para que este sacrificio, mío y vuestro, sea agradable a Dios Padre”.

6. Seguimos con la idea de la Misa como sacrificio

            En este punto es fácil entender que estamos  desconectados de una  manera racional de pensary de seguir as más congruentes interpretaciones exegético-teológicas de hoy  y fácilmente se sigue cultivando la idea premoderna de la Misa como sacrificio.
            Creo que debemos comenzar por abandonar el lenguaje de sacrificio  tan presente en nuestra liturgia y hay que introducir otras interpretaciones más válidas  y  con otras palabras. Se puede. 
            En primer lugar, la eucaristía no  es la representación incruenta  del sacrificio de la cruz y que tiene  un valor infinito.  Porque si es un una representación, no es un sacrificio verdadero. Y si es una representación, tampoco se lo vuelve a hacer presente, pues un hecho histórico es irrepetible. La muerte de Jesús ni se repite ni se la sustituye.
            En segundo lugar,  la eucaristía no es sacrificio porque ni hay víctima (la cual sería Jesús) ni él es el sacerdote que la inmola (sería autoinmolación)  Jesús es víctima, ciertamente, pero “víctima de la alianza entre la razón del Estado romano y el odio de la Casta sacerdotal judía”.
            En tercer lugar, ¿cuál pudiera ser el sentido de repetir constantemente  un  sacrificio de un valor infinito?  ¿Es de valor infinito y se limita  a liberar las almas del purgatorio? ¿En qué consistiría su eficacia infinita?
            Cuando decimos ofrecer este sacrificio a Dios, ¿qué es lo que sacrificamos? ¿Queremos reafirmar que es Jesús mismo quien  se sacrifica y pedimos  a Dios que lo acepte? ¿Pero no lo aceptó  ya ?  ¿Vamos a regalar  algo a Dios cuando El nos ha regalado todo?:  “Todo el ámbito semántico del sacrificio  se nos ha vaciado de contenido y tal lenguaje no puede ser auténtico”. (Roger Laeners).

7. Hablemos , pues, de la eucaristía, pero desde otra interpretación.
            “La última Cena  es el aspecto privilegiado  en el que Jesús , ante la proximidad de su muerte, recapitula  lo que ha sido su vida y lo que va a ser su crucifixión. En esa Cena se concentra y revela de manera excepcional el contenido salvador de toda su existencia: su amor al Padre y su compasión hacia los humanos, llevado hasta el extremo. Por eso es tan importante una celebración de la eucaristía. En ella actualizamos la presencia de Jesús  en medio de nosotros. Reproducir lo que él vivió  al término de su vida, plena e intensamente fiel al proyecto de su Padre, es la experiencia privilegiada que necesitamos para alimentar nuestro seguimiento a Jesús y nuestro trabajo para abrir caminos al Reino. Hemos de escuchar con más hondura el mandato de Jesús: “Haced esto en memoria mía” (José Antonio Pagola).

               En la Eucaristía recordamos lo que Jesús  nos encargó hacer. Al sentarnos en la mesa de la Eucaristía, el pan y el vino que se nos ofrece, vivo, es un memorial  que se vuelve a hacer presente, creativamente eficaz, en quienes vivimos de esa memoria.  El “comer y el beber” es un medio que nos lleva a recordarlo y percibir el influjo enriquecedor  de su enseñanza y de su vida.
            Una eucaristía, con la variedad de elementos que contiene, nos lleva a esta memoria de Jesús, a lo que El hizo y vivió, y por lo que murió, y esa memoria resulta inquietante, subversiva, comprometedora.
             Recordamos a alguien que fue capaz de revolucionar  la historia, alguien que sedujo con su anuncio a millones y millones de seres humanos, alguien que demostró tener una talla humana  única, y cuando lo recordamos se nos enciende el deseo  de asemejarnos a él de alguna manera.

8. La Misa como precepto
            La misa como precepto, de forma tan ritualista y repetitiva, no existió en los primeros siglos del cristianismo ni fue impuesta como precepto hasta el siglo IV y no por mandato de la Iglesia sino de  emperadores.  ¿No damos a veces la impresión de que seguimos orando a un Dios ajeno a  nuestra historia  y  que, para sacarlo de su  pasividad, debemos rogarle insistentemente mediante ritos, oraciones, sacrificios? Como si Dios, ciertamente todopoderoso, necesitara ser persuadido y convencido.
          Hay toda una concepción religiosa mítica que olvida el significado de  la realidad  creada y transfiere a Dios las responsabilidad del funcionamiento del mundo. Sin embargo, la injusticia, la desigualdad, la opresión de unos pueblos por otros, el machismo, el antifeminismo, la discriminación  son resultado de nuestras decisiones humanas.
            La existencia de ricos y pobres no es efecto de la voluntad divina sino juego de nuestros intereses y voluntad de dominio. El mal no viene de Dios ni puede evitarlo, como no puede hacer un círculo-cuadrado.(Podría evitarlo “de potencia absoluta”). Los desajustes, los conflictos , los males son siempre nuestros, pues no somos perfectos ni damos más de nosotros mismos. El está siempre a nuestro lado  como el anti-mal.  Pero, lo mismo que hemos hecho un mundo con mal, podemos hacer otro sin-mal.  
           Dios Padre, el Dios de Jesús,  no necesita que le recordemos lo que tiene que hacer, no está fuera de nuestra vida ni de este mundo para que tengamos que llamarle, contarle lo que pasa y hacerle intervenir para que ponga remedio. Ese Dios - olvidadizo, descuidado, tapaajugueros-  no es el Dios que Jesús nos ha revelado.   Cuando en nuestras fiestas nos reunimos  en la misa, o cuando  rezamos el rosario, o hacemos  otras formas de oración, ¿a qué Dios rezamos?
           
             Cuando a Jesús le preguntan sobre el modo de orar  dice: “No seáis como los paganos que ponen su afán en esas cosas, ya sabe vuestro Padre  que tenéis necesidad  de eso. Buscad que él reine  y eso se os dará por añadidura” (Lc 12, 31). “Cuando recéis, no seáis palabreros como los paganos, que se imaginan que por hablar mucho les harán más caso. No seáis como ellos, que vuestro Padre sabe lo que os hace falta  antes de que vosotros se lo pidáis” (Mt 6,7). “No basta decirme:  ´Señor,Señor’ para entrar en el Reino de Dios; no, hay que poner por obra  el designio de mi Padre del cielo”(Mt 7,21). “A los escribas y fariseos les encanta los asientos de honor en las sinagogas, que les hagan reverencias por la calles y les llamen ‘señor mío’. Vosotros no os dejéis llamar maestros, ni padres, ni directores” (Mt 23, 6-8). 
             Nuestro cambio en el modo de orar, supone un cambio de nuestra concepción de Dios. Seguimos fundamentalmente con la imagen de un Dios que, ante las limitaciones o problemas del hombre, tiene obligación de intervenir para resolverlas y,  si no lo hace,  ya no es Dios o no existe. Es un Dios que se justifica por las carencias o impotencias del hombre. Y, así, incurrimos en el error de tergiversar la  naturaleza de Dios, el cual no existe o deja de existir porque nosotros tengamos  problemas;  y  en el error de no aceptar la naturaleza del hombre que, como finita y libre, está expuesta  a fallos, carencias y contradicciones. Hay limitaciones naturales y hay otras -las más- que compete a nosotros aceptarlas o remediarlas. Y esa competencia no la puede suplir -no debe-  Dios, pues sería inmoral.

          Dios y el hombre deben relacionarse, pero ¿de qué manera? Una de ellas es la oración. Dios no es todo y el hombre nada. Dios no está arriba, como el todopoderoso y abajo  el hombre como absolutamente nada.  Pensar así es injuriar a Dios, quien se ha recreado en dotar al hombre con propiedades que le indican cómo tiene que desenvolverse.
            La oración no sirve para eludir nuestra responsabilidad y cargarla sobre Dios. Dios no bajará a resolver el hambre, el analfabetismo, la pobreza, la marginación, la opresión o cualquier otra de nuestras necesidades, sino que nos ha hecho para que nosotros nos enfrentemos con ellas y tratemos de darles solución. Dios ha hecho lo que tenía que hacer, ahora toca a nosotros llevar a cabo la obra por El comenzada. El está permanentemente activo en nosotros  como origen y sustento de nuestro ser, no puede apartarse de nosotros  -es más interior a nosotros que nosotros mismos- y precisamente por eso no coarta nuestra autonomía, ni la rebaja ni anula.
            La oración lo primero que nos pide, en este sentido,  es no remandar a Dios lo que es responsabilidad nuestra. Eso sería una manera alienante  de entender la trascendencia, provocadora al mismo tiempo de ateísmo.
          En la Misa hacemos memoria de Jesús y, con él y  como él,   tratamos de realizar juntos nuestro compromiso por la unidad, la justicia, la fraternidad, el amor, el cuidado por los más pobres. Y tomamos  aliento de la vida de tantos seguidores suyos, recordando su vida, testimonios y enseñanzas. En la oración, Dios está siempre dentro de nosotros,  siempre de nuestro lado.
            Pienso honradamente que son muchas las misas que no están hechas desde esta óptica de participación y compromiso y  sí  desde una óptica de ausencia de responsabilidad y de  automática esperanza en una asistencia de lo Alto.
Ciertamente Cristo está presente en la liturgia cristiana, nos asociamos a El  para acoger su voluntad, colaborar con él y darle gracias. Pero, nos dice el Concilio que, para  celebrar bien la liturgia, debemos   escuchar la Palabra de Dios, convertirnos y cumplir lo que El nos ha mandado. Sólo en la medida en que hagamos realidad  el seguimiento de Jesús podremos  celebrar dignamente  la Cena del Señor.
             Una activa participación de los cristianos en la liturgia sirve para hacer de nuestra vida una ofrenda permanente en  favor del amor y de la vida. Cuando el Concilio se propuso la reforma de la liturgia, era consciente de que en la Liturgia se habían adherido muchos elementos históricos inapropiados, y así trató de procurar una reforma que hiciera comprensible la liturgia al pueblo, para lo cual era prioritaria la educación litúrgica del clero. Y señaló como contrarias a esa reforma una pretendida uniformidad en la  liturgia que no respetara las cualidades peculiares de las distintas razas y pueblos, la negación de variaciones  y adaptaciones legítimas a cada lugar, así como que los cristianos asistieran a la misa como extraños y  mudos espectadores.
            “En definitiva, como escribe el teólogo Andrés  Torres Queiruga, se trata de que la teología cristiana en nuestro tiempo de una vuelta completa  al modo de concebir la relación de Dios cono nosotros. Dios no falla nunca, está siempre entre nosotros, nos ha creado y esta creando por amor. Nosotros nos debatimos entre la respuesta y la pasividad, la acogida y  el rechazo, entre dejarnos amar y salvar o cerrarnos en la apatía y perdernos en el egoísmo”.