jueves, 11 de abril de 2019

Proceso al Teologo Benjamín Forcano


PROCESO EXTRORDINARIO  A BENJAMÍN FORCANO POR SU LIBRO NUEVA ÉTICA SEXUAL

  (A pesar del CONCILIO VATICANO II)


A pesar del concilio Vaticano II.
Proceso extraordinario a Benjamín
Forcano por su libro
“Nueva Ética sexual”.





Analizando la realidad, anterior y posterior al concilio Vaticano II, investigadores e historiadores, coinciden en un     hecho indicativo: ¿Cómo es posible  que cuantos peritos –        teólogos primordialmente- que prepararon, asesoraron y dieron cuerpo doctrinal al concilio,  fueran censurados y retirados de su enseñanza?  Ese movimiento anticonciliar se erigió en juez y norma en el posconcilio para toda la Iglesia.
            ¿Pero, no debiera ser el concilio quien a todos juzgara y pusiera acordes con su nueva             doctrina? Ahora, el Papa Francisco, está reponiendo las cosas en su lugar: primero el Concilio  y en fidelidad a él todo lo demás. ¿Será caso de juzgar a los que indebidamente juzgaron y condenaron?  ¿O habrán aprendido a enmendar, pedir perdón, y devolver la credibilidad a la Iglesia que tanto robaron? 



                                        E N T R E V I S T A
                                                Por Edgar Cárdenas

Vivió usted un proceso extraordinario con Roma por su libro Nueva Ética Sexual, publicado en el 82. Revolucionario.
            Sí, un proceso iniciado por Ratzinger, entonces  Prefecto de la   Congregación para la Doctrina de la Fe  (CDF) . Ya mi libro llevaba  dos años de  publicado y   buena parte  había salido con el nihil obstat de la autoridad eclesiástica.
No sería entonces tan heteredoxo .
             La doctrina que yo proponía no era ninguna novedad, era bastante común en la Iglesia   y coincidía  con la de otros moralistas de prestigio.  A pesar de ello, “se me señalaban  algunos errores , que  habrían causado malestar y podían perturbar la conciencia cristiana de los lectores”. De ahí,  el  Proceso  extraordinario  por  la “gravedad y urgencia de la cuestión”.
¿Le comunicaron las razones  de esa gravedad?    
No. Pero se lo  pregunté a un  entendido del tema y me dijo: se debe a que la doctrina  que propones es obviamente herética y hay que atajarla rápido,  sin esperar a un  proceso ordinario.
Y me añadió: “Mira si tiene importancia esto que  el Prefecto, Ratzinger en este caso, tiene obligación de leer el libro”.
Digo esto porque luego pude enterarme  que mi profesor Häring  y mi Superior general,  cada  uno por su parte, le pidieron  al Prefecto   tener  una entrevista conmigo. Y les confesó a ambos que no  había leido el libro. 

¿Siente Vd. que fue censurado?
            Sí, pero consideré sin fundamento lo de la perturbación  de  los lectores por mi libro.  Cuando le comenté esto  al gran moralista Bernhard  Häring, profesor mío en Roma,  exclamó indignado:  “Lui (el prefecto  Ratzinger) ha turbato la Chiesa intera”.
            Por otra parte, a los superexpertos del Santo Oficio, tan celosos de la doctrina oficial,  les habría servido leer estas palabras del  Vaticano II :  “Las instituciones , leyes y mentalidades heredadas  del pasado no siempre se adaptan bien a las circuntancias actuales. De ahí esa profunda perturbación  en el comportamiento y aun en las mismas normas reguladoras de éste” (GS, 7, ). ¿ Quiénes eran perturbadores  los que trataban de cumplir con el Concilio o los que, menospreciándolo, pasaban de él? 
¿Cómo sabían que su libro  había  perturbado?
            Eso  mismo me pregunté yo,   pues en Roma  no había circulado  mi libro.  Y   para despejar dudas, contraté a un  equipo sociológico  (Colectivo sociológico Ioé)  para que hiciera una evaluación. Y la hicieron  sobre una encuesta de  363  personas que, en diversos lugares de España, habían leído  mi libro.

¿Y cuál fue el resultado?
            A  336  de los encuestados (un  95 %), el libro les  había resultado clarificador; a 17 , indiferente;  sólo a 4 les resultó perturbador.
            Los  lectores se inclinaron abrumadoramente a favor del libro,   con sentimientos de reconocimiento:
“Me aclaró y fortaleció”, “Me he sentido liberado  y me ha dado gran seguridad”,  “Me ha hecho gran bien leerlo”, “Me ha hecho romper anacrónicos esquemas”, “Me ha ayudado a vivir  mi vida sexual matrimonial”, “Me ha ha hecho sentirme  más persona, más libre, más feliz”, ”Al leerlo  uno respira,…”.
¿Sirvió la encuesta para detener el proceso?
            No. Ni sirvió  que nueve expertos  de Antropología, Etica y Teología lo avalaran con  razones y destacados elogios. 

Entonces, no le quedó más remedio que afrontar el proceso.
            Me pidieron  que respondiera  a una serie de puntos  y yo  les  hice una primera respuesta de 33 páginas. Y el  11 de  septiembre de 1985, con firma del propio Ratzinger, se  me comunicaba: :  “Las explicaciones dadas por el P. Forcano  han sido encontradas por este Dicasterio insuficientes  e inadecuadas y,  tras sucesiva aprobación  del Santo Padre, ha  retenido  que las posiciones  por él sostenidas  en los puntos indicados  no son compatibles   con la doctrina de la Iglesia”.

¿Le impondrían   medidas correctoras? 
             A mi Superior General   le demandaba vigilar mi actividad doctrinal,  controlar la  difusión del libro y  reparar el mal causado  con una retractación  pública. 
¿Hizo  esa  retractación?
            No, y esto comenzó a crear una situación   enojosa para mis superiores, pues ni las acusaciones ni el proceso tenían origen en mi Congregación claretiana.
            Desde la CDF insistieron en que contestara   a los otros  puntos cuestionados. Lo hice añadiendo a mi primera respuesta  30 páginas  más.
            Entre tanto, mi Gobierno General, muy acertadamente,  me convocó   a Roma para escucharme. Me reuní con ellos, agradecí su gesto,  pude explicarles por más de una hora y les expresé mi disposición a valorar cuantas observaciones, objeciones o correcciones quisieran hacerme. 
            Intervinieron algunos   y me confirmaron estar de acuerdo   con mi posición y  me animaron a proseguir en  mi tarea.
 
¿Quedaría complacido?  
            De momento.  Pues había que esperar a que la  Congregación para  la Doctrina de la Fe respondiera  a mis  70 folios. Lo hicieron finalmente y solicitaban   a mis superiores que  me aplicaran las siguientes medidas:

•Evitar nuevas ediciones de Nueva Etica Sexual.
•Alejarme de  la enseñanza de la  Moral Sexual.
•Alejarme de las dirección de la revista Misión  Abierta.
•Someter toda publicación religiosa mía  a  censura previa.
¿Sin  diálogo? 
            Sin diálogo. Puedes imaginar en qué quedó la satisfacción con mis superiores en  Roma. A partir de esta respuesta,la  CDF emprendía un camino absolutamente arbitrario:  cortar de raíz mi enseñanza  y, en especial,la divulgación de  mi libro.
           
¿ Y cuál fue su reacción?           
            Percibí  que se había trastocado el fondo del proceso y que  podía acabar con consecuencias muy desagradables.
            Desde el principio, pude comprobar  que no se aducían   razones que probasen los errores que se me atribuían.  Yo siempre confié en  un diálogo sereno   que aclarase, corrigiese y lograse acuerdos.

¿No fue posible?
            No . En el modo de proceder los  superexpertos de la CDF   no  admiten  más verdad que la suya,   descartan  la verdad  que pueda aportar el  teólogo cuestionado, no valoran el papel de las ciencias y de los nuevos avances bíblico – teológicos, no consideran el contexto histórico y evolutivo del  saber,   ni se  detienen a pensar que al autor le anima un  sentido de pertenencia y  de amor profundo a la Iglesia.  Invocan la Tradición como algo intocable, que sólo ellos pueden interpretar   debidamente y    no permiten  cambiarla ni  un ápice. milímetro.
         Tuve oportunidad y le pregunté a un alto cargo, que yo conocía,  si los teólogos  eran  de oficio o  elegidos para cada caso. Me contestó: “No, no, son de oficio. Pero te digo una cosa: son pocos y malos”. Ya en pista, le hice esta  otra pregunta: “Dado que está establecido que el acusado tiene derecho a saber quién le acusa, ¿por qué no se le proporciona esta información? “Hombre, me contestó: si dijéramos quién acusa, ya nunca nadie acusaría” .
¿Decepcionado? 
            Yo siempre confié en un acuerdo mediante el diálogo. Me acordé entonces de las palabras del super reconocido teólogo Yves Congar,  en Carta que le escribe a  su madre desde el exilio  inglés:
                                   “Me es evidente que Roma  jamás ha buscado  ni busca sino una sola cosa: la afirmación de la autoridad. El resto no le interesa sino como  lugar  de ejercicio de esa autoridad . Salvo un cierto número de casos , representados por hombres de santidad  y de iniciativas, toda la historia de Roma  es reivindicación , fundamentación de su autoridad, y destrucción de todo aquello que  no se conforme con la sumisión”.
            Y el gran moralista, Bernhar Häring, perito del concilio  Vaticano II, confesor de Papas, etc. ,convocado por el Santo Oficio  para exigirle que se abstuviera de toda crítica  a los documentos de este Dicasterio, escribe:
                                    “Agotado e indignado  respondí que, gracias a Dios, no estaba dispuesto a confundir la Iglesia con la CDF; de otra forma, no hubiera podido permanecer  allí  un  instante más. Salí,  tras casi dos horas de interrogatorio y de reprimendas ,  que me hicieron sentir  como un crio ante el preceptor. Deshecho, asqueado y con la cabeza a punto de estallar; pero contento en mi interior y dando gracias a Dios que me había ayudado a no someterme a ningún acto servil” ( Mi experiencia con la Iglesia, Ed. Covarrubias,  1992, p. 87).

Entonces, la  alternativa no era  otra que obedecer.
            La alternativa que  yo adopté  y también el equipo de Misión Abierta fue la de seguir exponiendo,   abiertos a un diálogo. Ellos seguramente no lo esperaban.  
           
¿Por qué?
            Porque en  casos semejantes, la respuesta suele ser el  sometimiento. En nuestro caso, la injusticia era patente y nuestra respuesta debía ser coherente con lo que veníamos enseñando.

Es decir, que desobedecieron.
            Mire: la enseñanza de la Teología Moral la había  yo emprendido en Roma,  por destino de mis superiores, dedicando tres años a la especialización. Y en el 1987  me estrené como profesor en diversos Centros,   primero de  Roma, luego de  Salamanca y de Madrid, de Colombia, etc,  así por más de 20 años.  Simultaneando me tocó asumir la dirección de la revista de Misión Abierta por 13 años, co-fundar la Asociación de Teólogos Juan XXIII, promover  los Congresos de Teología, escribir artículos en revistas y  periódicos,  inaugurar  Foros de Teología, dar conferencias , etc. etc. 
            Durante todos esos años,al abrigo de  la renovación decretada por el Vaticano II, mi tarea y la de mi comunidad se desenvolvió sin dificultad, con  notable aceptación  en el ámbito eclesial y en muchos sectores sociales.
             Ahora, no se debe olvidar que mi libro obtiene publicación por los años 80,  justo cuando ya está  en marcha la involución de Juan Pablo II. Esto explica que, aún después de dos  años de pacífica y positiva circulación,  se me  abriera  el proceso .

¿Qué significado  tiene todo esto  para Vd.?       
             Acaso no es tan difícil de entender si se parte de que el conflicto se producía por nuestra fidelidad al espíritu y cambios del  Vaticano II,   relegado  y   desactivado por  Juan Pablo II,   y  continuado luego por Benedicto XVI. El giro era de 90 grados. Y la teología, toda ella en su vertiente liberadora, quedaba bajo estricto control.   La estrategia del Santo oficio  ponía bajo pensamiento único todo el quehacer teológico. 

¿Logro imponerse?
            En general, sí. En nuestro caso la ejercieron con una  hábil extrapolación:  renunciaban  a  resolver el conflicto   via doctrinal, por carecer de  argumentos  y  transferían la batalla al campo de la obediencia : acatar un mandato que venía de arriba, como de Dios mismo . Ante él,  los ejecutores del mismo –nuestros superiores- debían hacerlo, aún sin entenderlo,  y podían quedar tranquilos: “El que obedece nunca se equivoca”, me dijo un superior provincial, luego obispo. 

¿Y cuáles fueron las reacciones?
            La autoridad claretiana, obligada a  actuar  muy a pesar suyo,  se veía  implicaba en un  verdadero via crucis. No  se trataba sólo de mi libro, sino también de la revista Misión Abierta, referente vanguardista posconciliar  de renovación, creatividad y esperanza. 
            A mí se me privaba de la dirección de la revista por causa de mi libro.Enseguida se nos comunicó  que había que someter la revista a revisión y a nueva dirección. Lógicamente el cambio no quedaba garantizado si seguía el  mismo equipo y eso determinó establecer la censura previa.
            La totalidad del equipo  propuso un modo razonable de aplicar la censura, pero  no se aceptó, y esto  provocó la  dimisión en pleno y el reemplazo por otro equipo. 

Y quedó   solucionado el problema.
            Mas bien alcanzó su punto álgido. Sobre nuestros superiores cayó como un mazazo  el mandato  de disolver la comunidad si no obedecía. Y  con pesar suyo nos impusieron  un nuevo destino, con  reincorporarción  de cada uno a su   Provincia religiosa de origen.

¿Cumplieron el mandato? 
            La obediencia es una virtud  cuando es para cumplir un mandato justo. A nosotros nunca se nos planteó antes este problema. Sí , ahora. El asunto era  si sólo hay que  saber obedecer, o también hay que saber mandar. El bien que se ordena, o el mal que  se intenta evitar, es anterior  a la voluntad del que manda y no depende ella. Una  cosa no es buena o mala porque  se manda o se prohibe, sino que porque es buena o mala se manda o se prohibe.

¿ Y entonces?
            Debidamente asesorados, entramos en  el complejo camino de mostrar lo  injusto del mandato. Lo recurrimos   en escala ascendente:  desde el  Superior provincial hasta el último escalón de la Signatura Apostólica. Acaso este hecho  comunitario sea nuevo  en la historia de la Iglesia. Pero lo hicimos.  Y contarlo en detalle daría  para un libro.

¿Puede recapitular algo de  lo ocurrido?
            Casi me resisto, pero resultaría peor callar y darlo como aprobado.
            En tan grave asunto, no podíamos   proceder a la ligera. Decidimos  contar con la opinión de un destacado experto de La Rota . Estuve con él y  le procuramos toda la información. A los pocos días, nos comunica que le ha impresionado nuestra  actitud y el dossieer  de nuestro informe y que acepta ayudarnos hasta el final.
            A su ayuda, quisimos añadir la de dos buenos entendidos en este campo: una, la del rector de la universidad de Salamanca y otra la del abogado mejor considerado  de  los ocho existentes en   Roma para estos casos.   La reacción de este último, fue inmediata: “¡ Peccato, sta dietro Ratzinger!” - ¡Lástima, está detrás Ratzinger!”       
            Visto el carácter  que iba tomando todo el proceso,  no descartábamos se  llegara a la expulsión. Y en tal caso, necesitábamos   un obispo benévolo que nos acogiera. Barajamos el nombre de varios obispos,  pero nos inclinamos  por Pedro Casaldáliga, claretiano, obispo en Sao Félix do Araguaia, en  el Mato Grosso de Brasil. Estábamos en contacto con él y estaba superinformado.
            En el  momento oportuno, lo visité. El encuentro fue emocionante. A los dos días de llegar, invitó a reunirnos y lo primero que dijo ,  fue:  “Mira, Benjamín, por el amor que os tengo , contad conmigo incondicionalmente  hasta la  muerte: soy vuestro obispo”.   Casaldáliga, una vez más, era Casaldáliga.  
            Las cosas se fueron sucediendo. En el 1988,  la intervención de las Congregaciones romanas tenía claro su objetivo: lograr de  las autoridades  claretianas anular nuestra labor, llegando si fuera preciso a suprimir  nuestra comunidad, dándonos nuevo  destino.
            Nosotros les avisamos que seríamos consecuentes y  en consecuencia nos opusimos a dichos destinos y a la disolución de nuestra comunidad.
           
¿Y qué hicieron?
            Recurrimos al Superior General, luego a la  Sagrada  Congregación de Religiosos y así hasta el escalón final de la Signatura Apostólica. En ella, la decisión última pendía de 15 cardenales. Uno de ellos, del Opus, hizo de relator de nuestro caso.  Al final, este Tribunal Supremo cerraba el caso confirmando el  decreto definitivo de nuestra expulsión: Año 1993.

Tremendo,  incluso para sus superiores.
            Sí, pues  de haber dependido de ellos, no se hubiera llegado a ese extremo. Lo pasaron muy mal, hicieron todo lo posible, idearon salidas posibles, pero al final  el decreto pesaba sobre ellos y tenían que hacerlo realidad.  Un no a la autoridad suprema, nadie sabe los efectos que hubiera podido acarrear para la  Congregación claretiana. 

¿Y dentro del mundo que les conocía   qué efecto tuvo  la sentencia?
            La  avalancha de  adhesiones y pronunciamientos fue enorme , dentro y fuera de España: obispos, religiosos , sacerdotes y laicos,  colectivos de todas partes,   personalidades  relevantes, etc. La indignación que se sentía,  sirve para comprender el tiempo justo en que vivíamos,  el espiritu amenazado  que el Concilio había alentado, etc., y en el que nosotros habíamos puesto empeños y desvelos sin cuento.
            Para medir la magnitud y calidad de la solidaridad, habría que  leer  los cientos de esas adhesiones. Sirvan  unos testimonios de muestra.
            - “He leido su libro. Ciertamente  es expresión de gran sinceridad y también de gran amor  a la Iglesia y  de un gran   esfuerzo  para que la Iglesia muestre su  verdadero rostro  a imagen de Cristo misericordioso…. Me ha  producido   gran  pena leer  las seis páginas “judiciarias” que le ha enviado el  Santo Oficio…Detrás de todo  está un concepto  de Iglesia-Magisterio estático y ahistórico… Consideran  al grupo  de sus expertos  como super-expertos  y detentadores de la verdad.¿Es que sólo ven en los teólogos no repetidores  adversarios, hombres peligrosos?   ¿Qué hacer?  Sufrir con Cristo y por su Iglesia, pero también  reclamar justicia y fórmulas más  respetuosas para con el teólogo acusado.   Si las medidas propuestas  son publicadas  se puede esperar una tempestad  que dañará a quien impone tales medidas”  (Bernard Häring, Teólogo moralista, Roma - Profesor mío por dos años).

            - La comunidad de los seis es una  comunidad humana  y cristiana y religiosa  como pocas veces  se encuentra en la Congregación… ¿Qué decide  en la Madre Iglesia y en la Madre Congregación: el buen espíritu o el derecho dudoso? Yo no sé si doy del todo en el clavo, pero me entristece  la impresión de que la Congregación esté jugando el papel de Pilato: “Si no los condenáis,  no sois amigos del César” y valga la comparación , yo me siento bastante en el papel  de la mujer de Pilato: “dejadlos ya en paz, que he sufrido mucho por ellos” (Josep Cascales, claretiano – Viena).

            - “Yo acompaño desde el principio a Misión Abierta…Y debo decir, con firmeza, que la revista ha hecho mucho bien; que todos su números han sido  para mi, personalmente, un estímulo eclesial y una luz.  Que ocupa un espacio necesario en  la Iglesia de España y de Latinoamérica. Sería muy lamentable  que la Congregación, por timidez excesiva  o por falta de pluralismo  necesario, cerrase ese espacio misionero, evangelizador, claretiano”     ( Pedro Casaldáliga, obispo, Sao Félix do Araguaia, Brasil).
¿Quiere añadir algo a esta entrevista?
            Sí, lo dicho aquí  no es sino un preámbulo  para mejor entender el libro. Señalo  la idea central que lo anima para quien  quiera  adentrarse en  sus 454 páginas.
            “Nueva Ética Sexual” está entrelazado con un único hilo  que le da unidad : la persona. La historia de la moral es una historia del menosprecio y sometimiento de la persona. Hablamos de la represión y del temor obsesivo a la sexualidad, como también de la  inferioridad, postergación y esclavitud de la mujer. Y hablamos de la necesidad de una revolución sexual.  Pero, ¡ojo!,  porque la revolución que hay que hacer es personal y no sexual.

            La persona es en cada uno,  sujeto individual,  único, irrepetible, que nace, crece y se realiza  en una  comunidad, en una cultura y en una historia.
              Un sujeto que asume su vivir como convivir con los demás, obrando con conocimiento, respeto y cuidado , tal como él quiere que los demás  lo hagan con él.
            Un convivir guiado por el conocimiento, el respeto y el amor: el otro no es yo y yo no soy el otro hasta no reconocer que somos idénticos en dignidad, derechos y obligaciones. Seres humanos para convivir, sin  opresión o dominación de nadie. Son las personas, no los cuerpos ni los espíritus, sino la totalidad de cada uno, la que convive con una relación de amor




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