PROCESO
EXTRORDINARIO A BENJAMÍN FORCANO POR SU
LIBRO NUEVA ÉTICA SEXUAL
(A pesar del CONCILIO VATICANO II)
A pesar del concilio Vaticano II.
Proceso extraordinario a Benjamín
Forcano por su libro
“Nueva Ética sexual”.
Analizando la realidad, anterior y posterior al concilio
Vaticano II, investigadores e historiadores, coinciden en un hecho indicativo: ¿Cómo es posible que cuantos peritos – teólogos primordialmente- que prepararon, asesoraron y dieron
cuerpo doctrinal al concilio, fueran
censurados y retirados de su enseñanza?
Ese movimiento anticonciliar se erigió en juez y norma en el posconcilio
para toda la Iglesia.
¿Pero, no
debiera ser el concilio quien a todos juzgara y pusiera acordes con su nueva doctrina? Ahora, el Papa Francisco,
está reponiendo las cosas en su lugar: primero el Concilio y en fidelidad a él todo lo demás. ¿Será caso
de juzgar a los que indebidamente juzgaron y condenaron? ¿O habrán aprendido a enmendar, pedir perdón,
y devolver la credibilidad a la Iglesia que tanto robaron?
E
N T R E V I S T A
Por Edgar Cárdenas
Vivió usted un proceso extraordinario con Roma por su libro
Nueva Ética Sexual, publicado en el 82. Revolucionario.
Sí, un
proceso iniciado por Ratzinger, entonces
Prefecto de la Congregación para
la Doctrina de la Fe (CDF) . Ya mi libro
llevaba dos años de publicado y
buena parte había salido con el
nihil obstat de la autoridad eclesiástica.
No sería entonces tan
heteredoxo .
La doctrina que yo proponía no era ninguna
novedad, era bastante común en la Iglesia
y coincidía con la de otros
moralistas de prestigio. A pesar de
ello, “se me señalaban algunos errores ,
que habrían causado malestar y podían
perturbar la conciencia cristiana de los lectores”. De ahí, el
Proceso extraordinario por la
“gravedad y urgencia de la cuestión”.
¿Le comunicaron las razones
de esa gravedad?
No. Pero se lo
pregunté a un entendido del tema
y me dijo: se debe a que la doctrina que
propones es obviamente herética y hay que atajarla rápido, sin esperar a un proceso ordinario.
Y me añadió: “Mira si tiene importancia esto que el Prefecto, Ratzinger en este caso, tiene
obligación de leer el libro”.
Digo esto porque luego pude enterarme que mi profesor Häring y mi Superior general, cada
uno por su parte, le pidieron al
Prefecto tener una entrevista conmigo. Y les confesó a ambos
que no había leido el libro.
¿Siente Vd. que fue
censurado?
Sí, pero
consideré sin fundamento lo de la perturbación
de los lectores por mi
libro. Cuando le comenté esto al gran moralista Bernhard Häring, profesor mío en Roma, exclamó indignado: “Lui (el prefecto Ratzinger) ha turbato la Chiesa intera”.
Por otra
parte, a los superexpertos del Santo Oficio, tan celosos de la doctrina
oficial, les habría servido leer estas
palabras del Vaticano II : “Las instituciones , leyes y mentalidades
heredadas del pasado no siempre se
adaptan bien a las circuntancias actuales. De ahí esa profunda
perturbación en el comportamiento y aun
en las mismas normas reguladoras de éste” (GS, 7, ). ¿ Quiénes eran
perturbadores los que trataban de
cumplir con el Concilio o los que, menospreciándolo, pasaban de él?
¿Cómo sabían que su
libro había perturbado?
Eso mismo me pregunté yo, pues en Roma
no había circulado mi libro. Y para
despejar dudas, contraté a un equipo
sociológico (Colectivo sociológico
Ioé) para que hiciera una evaluación. Y
la hicieron sobre una encuesta de 363
personas que, en diversos lugares de España, habían leído mi libro.
¿Y cuál fue el
resultado?
A 336 de
los encuestados (un 95 %), el libro
les había resultado clarificador; a 17 ,
indiferente; sólo a 4 les resultó
perturbador.
Los lectores se inclinaron abrumadoramente a
favor del libro, con sentimientos de
reconocimiento:
“Me aclaró y fortaleció”, “Me he sentido liberado y me ha dado gran seguridad”, “Me ha hecho gran bien leerlo”, “Me ha hecho
romper anacrónicos esquemas”, “Me ha ayudado a vivir mi vida sexual matrimonial”, “Me ha ha hecho
sentirme más persona, más libre, más
feliz”, ”Al leerlo uno respira,…”.
¿Sirvió la encuesta
para detener el proceso?
No. Ni
sirvió que nueve expertos de Antropología, Etica y Teología lo avalaran
con razones y destacados elogios.
Entonces, no le quedó
más remedio que afrontar el proceso.
Me
pidieron que respondiera a una serie de puntos y yo
les hice una primera respuesta de
33 páginas. Y el 11 de septiembre de 1985, con firma del propio
Ratzinger, se me comunicaba: : “Las explicaciones dadas por el P.
Forcano han sido encontradas por este
Dicasterio insuficientes e inadecuadas
y, tras sucesiva aprobación del Santo Padre, ha retenido
que las posiciones por él
sostenidas en los puntos indicados no son compatibles con la doctrina de la Iglesia”.
¿Le impondrían medidas correctoras?
A mi Superior General le demandaba vigilar mi actividad
doctrinal, controlar la difusión del libro y reparar el mal causado con una retractación pública.
¿Hizo esa
retractación?
No, y esto
comenzó a crear una situación enojosa
para mis superiores, pues ni las acusaciones ni el proceso tenían origen en mi
Congregación claretiana.
Desde la CDF insistieron en que
contestara a los otros puntos cuestionados. Lo hice añadiendo a mi
primera respuesta 30 páginas más.
Entre tanto,
mi Gobierno General, muy acertadamente,
me convocó a Roma para
escucharme. Me reuní con ellos, agradecí su gesto, pude explicarles por más de una hora y les
expresé mi disposición a valorar cuantas observaciones, objeciones o
correcciones quisieran hacerme.
Intervinieron
algunos y me confirmaron estar de
acuerdo con mi posición y me animaron a proseguir en mi tarea.
¿Quedaría
complacido?
De
momento. Pues había que esperar a que
la Congregación para la Doctrina de la Fe respondiera a mis
70 folios. Lo hicieron finalmente y solicitaban a mis superiores que me aplicaran las siguientes medidas:
•Evitar nuevas ediciones de Nueva Etica Sexual.
•Alejarme de la
enseñanza de la Moral Sexual.
•Alejarme de las dirección de la revista Misión Abierta.
•Someter toda publicación religiosa mía a
censura previa.
¿Sin diálogo?
Sin diálogo.
Puedes imaginar en qué quedó la satisfacción con mis superiores en Roma. A partir de esta respuesta,la CDF emprendía un camino absolutamente arbitrario: cortar de raíz mi enseñanza y, en especial,la divulgación de mi libro.
¿ Y cuál fue su reacción?
Percibí que se había trastocado el fondo del proceso
y que podía acabar con consecuencias muy
desagradables.
Desde el
principio, pude comprobar que no se
aducían razones que probasen los
errores que se me atribuían. Yo siempre
confié en un diálogo sereno que aclarase, corrigiese y lograse acuerdos.
¿No fue posible?
No . En el
modo de proceder los superexpertos de la
CDF no
admiten más verdad que la
suya, descartan la verdad
que pueda aportar el teólogo
cuestionado, no valoran el papel de las ciencias y de los nuevos avances
bíblico – teológicos, no consideran el contexto histórico y evolutivo del saber,
ni se detienen a pensar que al
autor le anima un sentido de pertenencia
y de amor profundo a la Iglesia. Invocan la Tradición como algo intocable, que
sólo ellos pueden interpretar
debidamente y no permiten cambiarla ni
un ápice. milímetro.
Tuve
oportunidad y le pregunté a un alto cargo, que yo conocía, si los teólogos eran
de oficio o elegidos para cada
caso. Me contestó: “No, no, son de oficio. Pero te digo una cosa: son pocos y
malos”. Ya en pista, le hice esta otra
pregunta: “Dado que está establecido que el acusado tiene derecho a saber quién
le acusa, ¿por qué no se le proporciona esta información? “Hombre, me contestó:
si dijéramos quién acusa, ya nunca nadie acusaría” .
¿Decepcionado?
Yo siempre
confié en un acuerdo mediante el diálogo. Me acordé entonces de las palabras
del super reconocido teólogo Yves Congar,
en Carta que le escribe a su
madre desde el exilio inglés:
“Me
es evidente que Roma jamás ha
buscado ni busca sino una sola cosa: la
afirmación de la autoridad. El resto no le interesa sino como lugar
de ejercicio de esa autoridad . Salvo un cierto número de casos ,
representados por hombres de santidad y
de iniciativas, toda la historia de Roma
es reivindicación , fundamentación de su autoridad, y destrucción de
todo aquello que no se conforme con la
sumisión”.
Y el gran
moralista, Bernhar Häring, perito del concilio
Vaticano II, confesor de Papas, etc. ,convocado por el Santo Oficio para exigirle que se abstuviera de toda
crítica a los documentos de este Dicasterio,
escribe:
“Agotado e indignado respondí que, gracias a Dios, no estaba
dispuesto a confundir la Iglesia con la CDF; de otra forma, no hubiera podido
permanecer allí un
instante más. Salí, tras casi dos
horas de interrogatorio y de reprimendas ,
que me hicieron sentir como un
crio ante el preceptor. Deshecho, asqueado y con la cabeza a punto de estallar;
pero contento en mi interior y dando gracias a Dios que me había ayudado a no
someterme a ningún acto servil” ( Mi experiencia con la Iglesia, Ed.
Covarrubias, 1992, p. 87).
Entonces, la alternativa no era otra que obedecer.
La
alternativa que yo adopté y también el equipo de Misión Abierta fue la
de seguir exponiendo, abiertos a un
diálogo. Ellos seguramente no lo esperaban.
¿Por qué?
Porque
en casos semejantes, la respuesta suele
ser el sometimiento. En nuestro caso, la
injusticia era patente y nuestra respuesta debía ser coherente con lo que
veníamos enseñando.
Es decir, que
desobedecieron.
Mire: la
enseñanza de la Teología Moral la había
yo emprendido en Roma, por
destino de mis superiores, dedicando tres años a la especialización. Y en el
1987 me estrené como profesor en
diversos Centros, primero de Roma, luego de Salamanca y de Madrid, de Colombia, etc, así por más de 20 años. Simultaneando me tocó asumir la dirección de
la revista de Misión Abierta por 13 años, co-fundar la Asociación de Teólogos
Juan XXIII, promover los Congresos de
Teología, escribir artículos en revistas y
periódicos, inaugurar Foros de Teología, dar conferencias , etc.
etc.
Durante
todos esos años,al abrigo de la
renovación decretada por el Vaticano II, mi tarea y la de mi comunidad se
desenvolvió sin dificultad, con notable
aceptación en el ámbito eclesial y en
muchos sectores sociales.
Ahora, no se debe olvidar que mi libro obtiene
publicación por los años 80, justo
cuando ya está en marcha la involución
de Juan Pablo II. Esto explica que, aún después de dos años de pacífica y positiva circulación, se me
abriera el proceso .
¿Qué significado tiene todo esto para Vd.?
Acaso no es tan difícil de entender si se
parte de que el conflicto se producía por nuestra fidelidad al espíritu y
cambios del Vaticano II, relegado
y desactivado por Juan Pablo II, y
continuado luego por Benedicto XVI. El giro era de 90 grados. Y la
teología, toda ella en su vertiente liberadora, quedaba bajo estricto
control. La estrategia del Santo oficio ponía bajo pensamiento único todo el quehacer
teológico.
¿Logro imponerse?
En general,
sí. En nuestro caso la ejercieron con una
hábil extrapolación:
renunciaban a resolver el conflicto via doctrinal, por carecer de argumentos
y transferían la batalla al campo
de la obediencia : acatar un mandato que venía de arriba, como de Dios mismo .
Ante él, los ejecutores del mismo
–nuestros superiores- debían hacerlo, aún sin entenderlo, y podían quedar tranquilos: “El que obedece
nunca se equivoca”, me dijo un superior provincial, luego obispo.
¿Y cuáles fueron las
reacciones?
La autoridad
claretiana, obligada a actuar muy a pesar suyo, se veía
implicaba en un verdadero via
crucis. No se trataba sólo de mi libro,
sino también de la revista Misión Abierta, referente vanguardista
posconciliar de renovación, creatividad
y esperanza.
A mí se me
privaba de la dirección de la revista por causa de mi libro.Enseguida se nos
comunicó que había que someter la
revista a revisión y a nueva dirección. Lógicamente el cambio no quedaba
garantizado si seguía el mismo equipo y
eso determinó establecer la censura previa.
La totalidad
del equipo propuso un modo razonable de
aplicar la censura, pero no se aceptó, y
esto provocó la dimisión en pleno y el reemplazo por otro
equipo.
Y quedó solucionado el problema.
Mas bien
alcanzó su punto álgido. Sobre nuestros superiores cayó como un mazazo el mandato
de disolver la comunidad si no obedecía. Y con pesar suyo nos impusieron un nuevo destino, con reincorporarción de cada uno a su Provincia religiosa de origen.
¿Cumplieron el
mandato?
La
obediencia es una virtud cuando es para
cumplir un mandato justo. A nosotros nunca se nos planteó antes este problema.
Sí , ahora. El asunto era si sólo hay
que saber obedecer, o también hay que
saber mandar. El bien que se ordena, o el mal que se intenta evitar, es anterior a la voluntad del que manda y no depende
ella. Una cosa no es buena o mala porque se manda o se prohibe, sino que porque es
buena o mala se manda o se prohibe.
¿ Y entonces?
Debidamente
asesorados, entramos en el complejo
camino de mostrar lo injusto del
mandato. Lo recurrimos en escala
ascendente: desde el Superior provincial hasta el último escalón
de la Signatura Apostólica. Acaso este hecho
comunitario sea nuevo en la
historia de la Iglesia. Pero lo hicimos.
Y contarlo en detalle daría para
un libro.
¿Puede recapitular algo
de lo ocurrido?
Casi me
resisto, pero resultaría peor callar y darlo como aprobado.
En tan grave
asunto, no podíamos proceder a la
ligera. Decidimos contar con la opinión
de un destacado experto de La Rota . Estuve con él y le procuramos toda la información. A los
pocos días, nos comunica que le ha impresionado nuestra actitud y el dossieer de nuestro informe y que acepta ayudarnos
hasta el final.
A su ayuda,
quisimos añadir la de dos buenos entendidos en este campo: una, la del rector
de la universidad de Salamanca y otra la del abogado mejor considerado de los
ocho existentes en Roma para estos
casos. La reacción de este último, fue
inmediata: “¡ Peccato, sta dietro Ratzinger!” - ¡Lástima, está detrás
Ratzinger!”
Visto el
carácter que iba tomando todo el
proceso, no descartábamos se llegara a la expulsión. Y en tal caso,
necesitábamos un obispo benévolo que
nos acogiera. Barajamos el nombre de varios obispos, pero nos inclinamos por Pedro Casaldáliga, claretiano, obispo en
Sao Félix do Araguaia, en el Mato Grosso
de Brasil. Estábamos en contacto con él y estaba superinformado.
En el momento oportuno, lo visité. El encuentro fue
emocionante. A los dos días de llegar, invitó a reunirnos y lo primero que dijo
, fue:
“Mira, Benjamín, por el amor que os tengo , contad conmigo
incondicionalmente hasta la muerte: soy vuestro obispo”. Casaldáliga, una vez más, era
Casaldáliga.
Las cosas se
fueron sucediendo. En el 1988, la
intervención de las Congregaciones romanas tenía claro su objetivo: lograr
de las autoridades claretianas anular nuestra labor, llegando si
fuera preciso a suprimir nuestra
comunidad, dándonos nuevo destino.
Nosotros les
avisamos que seríamos consecuentes y en
consecuencia nos opusimos a dichos destinos y a la disolución de nuestra
comunidad.
¿Y qué hicieron?
Recurrimos
al Superior General, luego a la
Sagrada Congregación de
Religiosos y así hasta el escalón final de la Signatura Apostólica. En ella, la
decisión última pendía de 15 cardenales. Uno de ellos, del Opus, hizo de
relator de nuestro caso. Al final, este
Tribunal Supremo cerraba el caso confirmando el
decreto definitivo de nuestra expulsión: Año 1993.
Tremendo, incluso para sus superiores.
Sí, pues de haber dependido de ellos, no se hubiera
llegado a ese extremo. Lo pasaron muy mal, hicieron todo lo posible, idearon
salidas posibles, pero al final el
decreto pesaba sobre ellos y tenían que hacerlo realidad. Un no a la autoridad suprema, nadie sabe los
efectos que hubiera podido acarrear para la
Congregación claretiana.
¿Y dentro del mundo que
les conocía qué efecto tuvo la sentencia?
La avalancha de
adhesiones y pronunciamientos fue enorme , dentro y fuera de España:
obispos, religiosos , sacerdotes y laicos,
colectivos de todas partes,
personalidades relevantes, etc.
La indignación que se sentía, sirve para
comprender el tiempo justo en que vivíamos,
el espiritu amenazado que el
Concilio había alentado, etc., y en el que nosotros habíamos puesto empeños y
desvelos sin cuento.
Para medir
la magnitud y calidad de la solidaridad, habría que leer
los cientos de esas adhesiones. Sirvan
unos testimonios de muestra.
- “He leido
su libro. Ciertamente es expresión de
gran sinceridad y también de gran amor a
la Iglesia y de un gran esfuerzo
para que la Iglesia muestre su
verdadero rostro a imagen de
Cristo misericordioso…. Me ha
producido gran pena leer
las seis páginas “judiciarias” que le ha enviado el Santo Oficio…Detrás de todo está un concepto de Iglesia-Magisterio estático y ahistórico…
Consideran al grupo de sus expertos como super-expertos y detentadores de la verdad.¿Es que sólo ven
en los teólogos no repetidores
adversarios, hombres peligrosos?
¿Qué hacer? Sufrir con Cristo y
por su Iglesia, pero también reclamar
justicia y fórmulas más respetuosas para
con el teólogo acusado. Si las medidas
propuestas son publicadas se puede esperar una tempestad que dañará a quien impone tales medidas” (Bernard Häring, Teólogo moralista, Roma -
Profesor mío por dos años).
- La
comunidad de los seis es una comunidad
humana y cristiana y religiosa como pocas veces se encuentra en la Congregación… ¿Qué
decide en la Madre Iglesia y en la Madre
Congregación: el buen espíritu o el derecho dudoso? Yo no sé si doy del todo en
el clavo, pero me entristece la
impresión de que la Congregación esté jugando el papel de Pilato: “Si no los
condenáis, no sois amigos del César” y
valga la comparación , yo me siento bastante en el papel de la mujer de Pilato: “dejadlos ya en paz,
que he sufrido mucho por ellos” (Josep Cascales, claretiano – Viena).
- “Yo
acompaño desde el principio a Misión Abierta…Y debo decir, con firmeza, que la
revista ha hecho mucho bien; que todos su números han sido para mi, personalmente, un estímulo eclesial
y una luz. Que ocupa un espacio
necesario en la Iglesia de España y de
Latinoamérica. Sería muy lamentable que
la Congregación, por timidez excesiva o
por falta de pluralismo necesario,
cerrase ese espacio misionero, evangelizador, claretiano” ( Pedro Casaldáliga, obispo, Sao Félix do
Araguaia, Brasil).
¿Quiere añadir algo a
esta entrevista?
Sí, lo dicho
aquí no es sino un preámbulo para mejor entender el libro. Señalo la idea central que lo anima para quien quiera
adentrarse en sus 454 páginas.
“Nueva Ética
Sexual” está entrelazado con un único hilo
que le da unidad : la persona. La historia de la moral es una historia
del menosprecio y sometimiento de la persona. Hablamos de la represión y del
temor obsesivo a la sexualidad, como también de la inferioridad, postergación y esclavitud de la
mujer. Y hablamos de la necesidad de una revolución sexual. Pero, ¡ojo!,
porque la revolución que hay que hacer es personal y no sexual.
La
persona es en cada uno, sujeto
individual, único, irrepetible, que
nace, crece y se realiza en una comunidad, en una cultura y en una historia.
Un sujeto que asume su vivir como convivir
con los demás, obrando con conocimiento, respeto y cuidado , tal como él quiere
que los demás lo hagan con él.
Un convivir
guiado por el conocimiento, el respeto y el amor: el otro no es yo y yo no soy
el otro hasta no reconocer que somos idénticos en dignidad, derechos y
obligaciones. Seres humanos para convivir, sin
opresión o dominación de nadie. Son las personas, no los cuerpos ni los
espíritus, sino la totalidad de cada uno, la que convive con una relación de
amor
No hay comentarios:
Publicar un comentario