ALMA Y SUSTANCIA DE LA VIDA CRISTIANA
EL EVANGELIO MARGINADO
(José Mª Castillo, DDB, Bilbao, 2019 pp. 278 )
Comienzo por destacar la
novedad que este libro de José Mª Castillo representa. Todos sabemos que, a lo
largo de la historia, la llamada Iglesia de Jesús, ha sufrido distanciamientos, contradicciones,
abusos e incluso desviaciones con respecto al programa primordial del
Evangelio. Todo lo cual no niega que, en medio de ella, y de forma coherente,se
hayan dado siempre seguidores de ese Evangelio.
Pero el tema abordado por el
autor no es ese ni tiene reparo en
decirlo: ”Afirmo que la Iglesia vive en una contradicción que es la peor de todas
en las que puede vivir. Porque se trata de la contradición entre la Iglesia y el Evangelio” (Pg.
11).
No alude, pues, a
comportamientos individuales que en un momento o en otro, en una medida o en
otra, se muestran contradictorios con el Evangelio. La contradicción se refiere
a factores y estructuras que, en el
desarrollo de la Iglesia, se han ido
insertando como si manaran del Evangelio
y le fueran naturales.
Tales contradicciones el autor las muestra en los campos
siguientes:
1. Contradicción
entre la teoría y la práctica, entre
el pensar y el obrar, lo que se dice y lo que se hace. La Iglesia
ha montado toda una serie de enseñazas teólogicas, preceptos, ritos, y modos de vivir que anulan
lo enseñado por el Evangelio: “Planteamientos
y cuestiones centrales en contradicción con el Evangelio, cuestiones que los
“hombres de Iglesia” despachan
marginando el Evangelio desde el principio del cristianismo, con la aceptación
o la tolerancia y complicidad de todos…
La Iglesia, en su conjunto, sabe que en
determinadas cuestiones importantes vive
lejos de la ejemplaridad de Jesús y, a
veces, incluso en los antípodas del Evangelio” Pgs.13-14).
La contradicción no se puede
eludir, puesto que “los evangelios ocupan el lugar preeminente al ser
“el testimonio principal de la vida y doctrina del Verbo enacarnado , nuestro Salvador (DV,
18) . De modo que, “Lo que nos narran los evangelios tendría que ser lo primero y lo principal en la vida de la iglesia, en su organización, en su estructura, en la gestión de su gobierno
y en todo a lo que la gente le entra por los sentidos
“ ( Idem, p. 15).
2. Perpetuación
de lo que le ocurrió a Jesús en vida
La paradoja, que estalla en este
punto, está en que Jesús, profundamente religioso, entra en conflicto con la
religión de su pueblo y con quienes se
habían otorgado el dereccho de custodiarla
e interpretarla: los sacerdotes.
Una religión que tenía su centro en
el Templo , espacio sagrado por
excelencia y en el que los profesionales
de la religión realizaban sus rituales y
sacrificios de siempre.
¿Qué paso para que entre los sacerdotes y Jesús
surgiera un terrible enfrentamiento, vieran en él una amenaza, lo
espiaran, lo consultaran taimadamente,
lo calumniaran y decidieran
finalmente condenarlo a muerte?
El evangelio nos cuenta paso
a paso este enfrentamiento . Se hace
cada vez más agudo hasta hacerse incompatible:
“Los más religiosos y observantes
del judaismo del siglo primero no soportaron a Jesús, lo consideraron
como un peligro de muerte para ellos
mismos” (Pg. 16).
A propósito de esto, el autor
lanza esta pregunta: si la religión oficial
de su tiempo era un modo de vivir incompatible con la vida y enseñana de
Jesús, ¿se puede afirmar que este hecho se ha perpetuado, en buena medida, en la Iglesia con el consiguiente escándalo de grandes sectores de la población que no quieren saber nada ni de la iglesia , ni de la religión y
los “hombres de iglesia” sigan pensando
que no tienen culpa alguna?
“Ha ocurrido y sigue ocurriendo que en la Iglesia se marginan, se deforman o se quita importancia a temas, relatos,
propuestas y exigencias, de Jesús “que
no interesan” o –lo que es más preseocupante – “que estorban a las
conveniencias “ de quienes , desde cargos de poder, privilegio y fama ejercen
una potestad intocable y “sagrada”,
que no se puede mantener sino
marginando del Evangelio lo que les impide o dificulta ostentar
su poder , su influencia social, su dignidad y sus pivilegios, en todo
aquello que, disfrazado de
evangelización, es en realidad un
eficaz ejercicio de poder al ejercicio
de intereses inconfesables”. (Pg.
18).
3. ¿A qué se renuncia cuando se margina el Evangelio?
Creo que entrar en este punto, es dar
con la clave para poder discernir cuándo se abandona el Evangelio y por qué.
Los discípulos de Jesús lo son, primero de
todo, porque son llamados a vivir en unión íntima con su persona. De ahí mana
una nueva manera de entender y vivir la vida , exclusiva de Jesús, y que
equivale a proclamar el reino de Dios , a desvelar el plan salvador del Padre.
La proclamación y verificación de este reino las lleva a cabo Jesús en su
propia humanidad, señalando el sentido y destino de la nuestra.
“Ir
en pos de Jesús” equivalía en su tiempo
a ser discípulo suyo. La labor de los rabinos israelitas gozaba del
honor de ser maestros, proponían el estudio de la Ley, formaban a discípulos,
que debían perseguir un ideal de vida religiosa con conocimiento y fidelidad a
la ley. Ser buen religioso consistía por tanto en cumplir tales o cuales
preceptos y así cumplir la Ley.
En ese sentido, hay rasgos que presentan
a Jesús como uno de los maestros, pero
hay otros rasgos que lo diferencian: la libre elección que hace de sus
discípulos, el no prometerles honores ni dignidad alguna, el preocuparse de los
niños, de las mujeres, de los publicanos y pecadores, de las ovejas perdidas de
iIsrael; rasgos estos que se deben a su dignidad y misión mesiánica,
provovadora de admiración en la gente.
No sin razón, el conocido exegeta C. Spicq
afirma que “El seguimiento –imitación- de Cristo es el alma de la moral neotestamentaria”
( Teología moral del Nnuevo Testamento,
II, 173, p. 786).
Con seguimietno físico o no, el
seguimietno es verdadero cuando aparece
como consecuencia de un haber escuchado a Jesús y de un haberse propuesto seguirle con profunda y
confiada adhesión a su persona. Porque en la raíz del seguimiento está
la seducción que la persona de Jesús ejerce sobre el seguidor, el cual se entrega
enteramente a asimilar su doctrina y sobre todo a reproducir su conducta.
Castillo
se cuida de subrayar tres cosas básicas,
que sustentan la seguridad de nuestra vida y que Jesús exige para poder
seguirle : la propiedad de cuanto tienes, la dignidad de que gozas ante los demás y el hogar familiar que te
cobija. La pregunta entonces es ésta: ¿dependemos de lo que nos da la seguridad
en la vida o somos libres y disponibles para el servicio del Evangelio y sus valores?
Renunciar
a esas exigencias era duro para la sociedad de de Jesús y lo es en la nuestra.
Y quiere decir que, a la hora de seguir a jesús, entonces o ahora, nuestro
seguimiento de él no es posible, sin romper con las mil ataduras al sistema que
nos rodea y configura nuestra vida.
Nuestra
sociedad y nuestra cultura ofrecen, al igual
que la suya, una serie de
seguridades (dinero, poder, éxito, placer…) propias de personas “selectas” y “respetables” que no
son compatibles con la Buena Noticia que él anuncia.
Si
el espíritu de nuestra época exige
eliminación de todas las sujeciones inútiles, el seguimeinto de Cristo corta de
raiz esa suerte de sujeciones al proclamar una liberación total: de la Ley,
de los totalitarismos, de las discriminaciones,
del quietismo, de la evasión, de los absolutismos terrestres, del miedo, del pecado, de la muerte: “El seguimiento de Jesús, recalca Castillo, representaba
y exigía una ruptura con la ley y
la moral convenconalmente establecida por la religión oficial” (Pg.
90).
Seguir a Jesús es asumir su proyecto
de vida
En la historia de la iglesia se han dado diversas
maneras de presentar el seguimeitno de Jesús.
Y las hemos ratificado como si lo fueran de verdad. Todo por no haber
delimitado primero en qué consistía de verdad ese seguimiento.
Lo
que hace que un seguimiento de Jesús sea verdadero es una cosa elemental:
adoptar su forma de vivir, que es inconfundible, pero que fácilmente
tergiversamos ignorando que estamos muy lejos de ella.
Ahora,
para sentirse seguidor de Jesús, hay que comenzar por sentirse llamado por él,
cautivado no por sus teorías, discursos o mandatos sino por la práctica, por su modo de vivir.
Jesús era profundamente religioso,
pero se distanciaba enormemente de la
enseñanza religiosa oficial y de quienes tenían el encargo de interpretarla y custodiarla. Una cosa
caracterizaba a sus dirigentes: que tenían alianza con el poder político de
Roma y les tocaba poseerlo y demostrarlo
desde la enseñanza y custodia del poder religioso. Y eso es a lo que Jesús se oponía, pues el poder crea
clases, una que lo disfruta e impone, y
otra que debe someterse y soportar toda clase de sufrimientos: “ La
decisión de seguir a Jesús se verifica por la identificación con las carencias, necesidades e
intereses de las gentes peor
tratadas por el sistema sociopolítico, tanto en el Imperio en tiempo e
Jesús como en la actualidad” (Pg. 100).
Y
esta decisión no llega a darse sino es comprometiéndose a vivir como Jesús. El,
con su vida, alteró el orden del Imperio
y de la religión, lo cuestionó día tras día, poniendo al descubieto la hipocresía de
una fuerte minoría social que disponía de la mayor parte de la riqueza.
Personas
como Jesús, libres de miedo y ataduras, ponían en peligro el sistema
establecido. Su estilo de vida era desestabilizador y solía acabar
con el ignomioso y cruel castigo
del la crucifixión. Castigo reservado a los que luchaban contra el abandono, la miseria, el
maltratto y soledad de quienes
estaban bajo el sistema.
En
ese sentido, Jesús habló claro: si me seguís, os perrseguirán como a mí,
os cargarán la cruz , os
condenarán y os crucificarán. Hacer vuestra la cauda de la gente “don
nadie” es mi propia causa, y sería
demoledor y transformador para la sociedad.
Sabedlo: seguirme y hacer vuestra mi forma de vivir conduce a la condena y a la muerte.
Lo decisivo en la relación con Jesús
es su seguimiento
José M Castillo tiene especial cuidado en mostrar cómo el seguimiento de
Jesús no consiste en cumplir escrupulosamente lo prescrito por la Ley, pasándose por encima
otros deberes primordiales: “En la Roma
del imperio no se crucificaba a nadie
por ser una persona muy religiosa…En la
cruz solamente podian morir quienes eran
marginales sociopolíticos, como extranjeros rebeldes, delincuentes que
utilizaban la violencia y esclavos. En definitiva, gentes que podían poner en
peligro el sistema” (Pgs. 16-17).
Jesús
atendía primero de todo a dar vida, la
religión no podía servir para legitimar nada inhumano, injusto, que falsificase
la verdad. De inmediato, el sanedrín
judio vio que Jesús limitaba su poder y
denunciaba el sufrimiento amparado por ellos con la estricta observancia de los mandatos religiosos. “En consecuencia, el que sigue a
Jesús modifica por completo sus preocupaciones, sus interesess y los problemas
por los que , si es preciso, se parte la cara y
deja la vida a jirones. El que hace todo esto tiene muy claro que a eso los cristianos lo llamamos el
seguimiento de Jesús” (Pgs. 99-100).
Resulta
esclarecedor el hecho de que, tanto en el punto de partida como en el de llegada, Jesús exige que se le siga, sin
más. Un seguirle libremente , dejando todo lo demás.
Claro
que este seguimiento inmplica una fe, pero
una fe que no reposa en la propia capacidad sino en Jesús mismo, en fiarse plenamente de él, dispuesto a vivir
como él: “Decir sígueme es lo mismo que
decir libérate de todo lo que te ata en esta vida, de todo lo que limita o
condiciona tu libertad , de todo lo que te da seguridad al margen de tu
relación conmigo” (Pg. 109) Los discípulos aprendieron de Jesús, de su vida
lo que era seguirle, no de libros ni
teorías que les explicara.
Y
aprendieron a través de él, quién y cómo era Dios. Jesús fue para ellos la
explicación misma de Dios, a quien nadie ha vista jamás: “Felipe el que me ha visto a mí,
está viendo al Padre (Jn 14,9). Si
es verdad que nosotros no podemos
conocer a Dios, nuestro conocimiento de él
en Jesús es lo menos mitólogio que podemos imaginar y lo que más nos
apoxima a él.
Seguir
a Jesús es, por tanto, no tanto la fe en
una doctrina cuanto la
identificación con la vida de Jesús, con una manera de obrar: “Lo importante en la vida no es la religión o las creencias que cada cual tiene, sino la conducta de
bondad, humaniad, sensibilidad ante el sufrimiento de los demás, gratitud ante
un favor recibido, en definitiva, la honradez y la honestidad” (Pg.115).
¿ Cuándo se inicio el desconocimiento
y marginación del Evangelio?
Quizás
sea éste el punto más importante del libro, pues todos partimos del supuesto de que la
Iglesia nació y se desarrolló a partir del Evangelio. Pero es eso precisamente
lo que cuestiona Castillo:”El primer hecho extraño, que ocurrió ya en
los orígenes del cristianismo, por lo que se refiere a la relación entre la
Iglesia y el Evangelio, consiste en que la iglesia nació, se organizó y empezó a vivir y actuar
sin conocer el Evangelio de Jesús” (Pg. 19).
La
Iglesia es mencionada diversas veces por San Pablo en sus Cartas , escritas
antes de los años 60. Pero, para nada,
Pablo habla en ellas del Evangelio de Jesús. Por dos razones, porque Pablo no conoció personalmente a Jesús y
porque los Evangelios no aparecen escritos hasta des pués del 70.
¿La
Iglesia configurada sobre esos primeros 20 años tenía noticia de quién fue él
Jesús real, histórico, que era Dios en su condición humana y lo que eso representaba?
Lo
que aparece como cierto es que Pablo pensó y organizó la Iglesia sin el
Evangelio, es decir, sin destacar el
ámbito humano de Jesús (lo inmanente) y
sí el ámbito divino, referido al Hijo de
Dios, resucitado de entre los muetos. Lo divino tenía más peso y a lo divino debía supeditarse todo lo humano.
Esto
hace que las aportaciones teológicazs que hace Pablo son diferentes a las de
los Evangelios, pueden ser enriquecdoras, pero son diferentes. Pablo no mostró
apenas interés por el Jesús terrenal, su vida y mensaje y, por supuesto, por
sus conflictos con las autoridades religiosas de Israel. De hecho, jamás se preguntó por quién lo crucificó y por qué motivos lo condenaron y fue
ajusticiado entre dos malhechores.
Pablo no dudó en afirmar que Jesús murío por
nuestros pecados, para redimirnos mediante un sacrificio expiatorio de sangre,
cambiando lo que fue la vida de Jesús un recuerdo peligroso por un sacrificio redentor. Con lo cual
llega a sustituir el sacrificio
existencial de Jesús por el sacrifico ritual de los sacerdotes y del templo: “ Pablo se atiene más bien al sacrificio
ritual, que es el que ha prevalecido en la teología de la salvación, de la
liturgia y de la vida de la Iglesia, como si Dios necesitara el “sacrifiicio” y
la “expiación” del Crucificado para redimir al hombre del pecado” (Pg. 25).
Lo cual no deja de ser importante, pues el
Dios de Jesús, Padre lleno de bondad y misericordia, que siempre acoge y
perdona, nada tiene que ver con el Dios del “sacrificio”. Si la
encarnación de Dios en Jesús es la
Humanización de Dios en el mimso Jesús, esto es lo que Pablo nunca pudo saber.
Este
modo de pensar llevó a que Pablo dijera cosas que hoy son insosenibles: “Interpretar la cristología desde la necesidad de la redención, la salvación
para la eternidad y una idea patética de
Dios y de la Religión que
invitablemente se asocian con el miedo, la amenaza, el castigo,
el sacrificio expiatorio y, en todo caso y todo momento, la dura experiencia
de la sumisión y la obediencia a la
jerarquía eclesiástica y al clero, que administran e imponen lo que hay que pensar, lo que hay
que creer, lo que se nos perdona y lo que no” (g 26).
Hubo,
pues, “Un
tiempo de má de 30 años, hasta que comenzaron a difundirse los
Evangelios, que marcaron el pensamiento y gestión de la Iglesia, sinque se
pudiera conocer al Dios que se nos reveló en Jesús de Nazaret ni una idea sobre lo que entraña el proyecto
de vida que Jesús nos enseñó mediante su
vida y sus enseñanzas” (Pg. 27) .
San Pablo intentó integrar la fe en Jesucristo en la sociedad y en la cultura del Imperio
El libro de José Mº Castillo, no acaba con lo que he
diccho. Habría de proseguir exponiendo
la fuerte influencia que el gnoticismo tuvo en su pensamiento, por su
dualismo entre Dios y el mundo, la materia y el espíritu, que explica su
desinterés por cualquier acción
constructiva de este mundo y por su manera de enteder la fe, centrada sobre
todo en el pecado y en la obediencia a
la doctrina que predica, interpreta y enseña la jerarquía de la Iglesia.
A
pesar de todo, nadie puede negar la importancia del apóstol Pablo en los
orígenes y expansión de la Iglesia, la
cual gracias a él logró convertirse en una religión universal.
Pero,
igualmente cierto es que su expansión en la cultura del I imperio tuvo un
precio muy alto, demasiado grande y demasiado importante:
“Un precio del que Pablo no pudo darse
cuenta por la sencilla razón de que no
conoció a Jesús ni se había enterado
de su historia en este mundo. De ahí que
lo más probable es que Pablo no
estuviera informado del enfrentamiento que Jesús vivió con la religión y que le llevó a la muerte en cruz” (Pg.41).
Dos teologías complementarias, pero diferentes
Es mucho más lo que habría que comentar y degustar de este libro de Jose Mª Castillo. Pero, quiero concluir con unos párrafos que
sintetizan lo más original y nuevo del
mismo.
Todos
los cristianos debiéramos caer en la cuenta de lo mucho que aquí está en juego: Las cartas de
Pablo expresan una Cristología centrada
en la muerte y resurrección de Jesucristo, orientada al problema de la savación del pecado, la
justificación ante Dios y el logro de la vida eterna. Después de los años 70,
los Evangelios introdujeron en la Iglesia y en la Teología un cambio decisivo:
la vida de Jesús de Nazaret es el centro
del Evangelio cristiano: “El paso
de la teología de Pablo a la teología de
los evangelios constituyó y sigue exigiendo
la transformación y el cambio en
nuestra forma de entender y vivir la
religiosidad. La teología de Pablo se
centró en la fe Jesucristo muerto y
resucitado , mientras que la teología de los evangelios se centró en la forma y estilo de vida que llevó Jesús de Nazaret”.
“La teología de Pablo tiene su centro en la “otra vida”, mientras
que la religiosidad que exige
necesariamente la teología de los
evangelios tiene su centro en “esta vida”.
Ambas se complementan y de ellas derivan dos cristologías, la una
centrada en la fe en Cristo y la otra centrada
en el seguimiento de Jesús.
Se trata de dos formas de entender y vivir la religiosidad que, de una forma o otra, inciden en en la vida
entera. La teología de Pablo reduce la
religión a unas creencias y prácticas
rituales y sagradas, mientra la de los evangelios entiende la religiosidad como
una forma de vida, un proyecto de vida
en el que se centra nuestra relación con Dios y nuestra manera de vivir. En
efinitiva, una ética.
Quien se relaciona con una persona
que sigue a Jesús no tiene más remedio
que pensar que tiene que haber una
realidad última que nos trasciende, un “más allá”. Es lo inexplicable de una
vida así llevada lo que obliga a pensar que tiene que existir el
Trascendente: Dios. (Pgs. 101-103)
No hay comentarios:
Publicar un comentario