El
caso emblemático de los homosexuales.
No hablo de unión homosexual o de
matrimonio homosexual, por una razón muy simple: porque es inútil hablar de
uniones homosexuales, querer reconocerlas, y reconocerlas jurídicamente, si previamente no se reconoce la validez de
la homosexualidad. La batalla se plantea en este terreno: ¿se admite o no la
homosexualidad como una variante legítima
de la sexualidad humana, que la hace éticamente válida como la heterosexualidad?
Ciertamente,
es un progreso recomendar respeto a los
homosexuales, con exclusión de todo lo que sea despectivo o vejatorio. Los
homosexuales son personas y, como tales, merecen el mismo respeto que todos los
demás.
Pero,
la inculcación de ese respeto carece de base, es en cierto modo aparente, si
luego se sigue manteniendo que la homosexualidad y la relación entre
homosexuales es desordenada, desviada,
intrínsecamente perversa. Por más que se proclame, si yo mantengo que el homosexual es un desviado y
un perverso, en el fondo seguiré
abrigando distancia, temor y
desconfianza.
Se
trata, por tanto, de averiguar si la homosexualidad, éticamente hablando,
teológicamente hablando, es admisible o no. Aclarado esto, lo demás viene por
sí mismo.
a) La postura actual de la
ciencia
b)
La postura de la Iglesia Católica
Son muchos los que todavía —incluyendo políticos y
obispos— condenan la homosexualidad. Por el cargo y responsabilidad que ejercen
debieran hablar bien informados sobre el enfoque y valoración que hoy se da a
la homosexualidad.
En Occidente la homosexualidad ha
recibido una valoración muy variada. El doctor John Boswell en su libro Las bodas de la semejanza documenta
cómo en la Iglesia católica del siglo VI al XII existía como normal la
celebración litúrgica de parejas homosexuales, según ritos y oraciones propias,
presididas por un sacerdote.
Es a partir del siglo XIII, que la
homosexualidad va revistiendo un carácter de vicio horrible (pecado nefandum= innombrable), tan horrible que lo de
innombrable no se aplica a otros hechos más graves: Asesinato, matricidio,
abuso de menores, incesto, canibalismo, genocidio e incluso deicidio son
mencionables. ¿Por qué este horror que convierte la homosexualidad en el peor
de los pecados?
Son de consenso generalizado las conclusiones
científicas de que: “Ni desde la medicina, la psicología, la pedagogía, ni con
medidas sociales o legales, ha sido posible cambiar la orientación sexual,
aunque intentos no han faltado” (Juan L. T. Herreros, Aproximación a la
realidad homosexual). Los estudios más diversos confluyen en la tesis de no
poder calificar la homosexualidad como enfermedad, desviación psicosomática o
perversión sexual.
Finalmente, teológicamente hablando,
es bien fundada la posición de quienes sostienen que la sexualidad humana no
tiene como modelo natural exclusivo la heterosexualidad —ese es un presupuesto
no probado— sino que se da también la homosexualidad como una variante natural
legítima, minoritaria.
(Publicado en El País, 12 abril 2012)
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